domingo, 2 de enero de 2011

Filosofía de mocho

La filosofía de mocho no es muy conocida y aún menos practicada por estos lares. Es vieja como el mundo, aunque ha tenido más éxito en Oriente. Hace tiempo que la practico; paso a exponerla muy sucintamente por si a alguien más le aprovecha, o se siente identificado.
Consiste esta filosofía en la realización consciente y concentrada de trabajos de baja estofa que no requieren inversión intelectual alguna. Barrer, planchar, fregar el suelo, los platos - cosas así. No sirve la cocina, que incorpora sienpre un elemento creativo, ni sacar la basura, pues es un paseo corto y que distrae.
Cuando digo que hay que hacerlo concentrado no me refiero a "con pericia, bien, buscando cierta perfección". Yo, sin ir más lejos, soy un pésimo fregador de suelos, y un planchador paupérrimo. Me refiero a acometer estas tareas permaneciendo de alguna manera absorto, sustraído a casi cualquier pensamiento. Por eso se requiere que la tarea en cuestión tenga cierta simplicidad, cierta estupidez intrínseca.

Dos son las grandes ventajas filosóficas de empuñar el mocho, la escoba, o el utensilio que toque. La primera está relacionada con el par importancia-libertad. La segunda es algo más profunda, y tiene más bien que ver con la vacuidad.

Primer gran provecho: libertad frente a importancia. Un filósofo cuyo nombre ahora no recuerdo explicaba que los seres humanos tenemos que elegir entre la importancia y la libertad. La visagra entre ambas es el conocimiento -y a veces la aceptación. De ahí que siga aprovechando la palabra de Jesucristo: "La verdad os hará libres". Los humanos, cuanto más sabemos, más libres somos. Vamos conociendo de dónde venimos, de qué estamos hechos, qué se cuece por ah´´i afuera, en el cosmos. Ese conocimiento, sin duda, nos hace más libres para elegir qué queremos hacer de nuestra vida. De hecho, en el extremo más existencialista (al que me adhiero), la vida es precisamente eso, elección. Somos, decía sartre, actores empujados al escenario sin guión alguno.
La contrapartida es la pequeñez. Saber que somos un habitante entre siete mil millones de un ínfimo (irrisorio) planeta es admitir la absoluta y muy desagradable falta de importancia de uno. Y eso duele. Pascal lo reusmía a su manera: "el silencio del espacio inmenso me espanta". Como él, muchísima gente dice hoy día creer en "algo", o se apunta insinceramente a alguna religión por el mero hecho de que es incapaz de admitir su insignificancia. El terror a la muerte, desde siempre, es un poco lo mismo.
¿Qué tiene esto que ver con el mocho? Todo. Imagina que a lo largo del día has cerrado un trato importante, has superado tu presupuesto de ventas o has reñido a algún subordinado condescendientemente. Llegas a casa, los tuyos te besan, te refuerzan, tú mismo te dices que eres el mejor. Y todo eso está muy bien, pero es peligroso. Puedes llegar a creértelo demasiado. A pensar que estás a salvo de los golpes del destino - ese desgraciado que, como cantaba Sabina, después de darte champán te da chinchón. Así es que empuñas el mocho, o friegas unos cuantos platos. Con ello te recuerdas a ti mismo que no eres más que un simple mortal, tan bajo e insignificante como todos. Para ello es muy importante que uses tus manos.
¿Dónde queda la libertad? En muchos lados. Para empezar, cuando vengan duras, estás mejor preparado. Para continuar, te dices a ti mismo, aún sin saberlo, que aunque seas un directivo del copón o un vendedor de los que ya no quedan o un científico único en tu campo, mientras tengas dos manos, actitud y carácter, podrás seguir siendo válido en cualquier otra cosa. El carácter y la actitud se forjan doblegándose, no dándose premios. Está muy bien celebrar los triunfos; pero las celebraciones deben durar lo justo. ¿Metiste una canasta importante? Muy bien, alza los brazos, sonríe. pero inmediatamente baja el culo para defender en la siguiente jugada. O perderás las ganancias. La humildad siempre te lleva más lejos.

Sigo con la segunda, que es la más oriental. Vacuidad. Creo que tanto el Tao como el Budismo zen aluden a ello. Y tengo entendido que es punto principalísimo de los practicantes de una y otra vía de iluminación (llamarlas religiones es un desatino, filosofías, una reducción innecesaria). Y estoy convencido de que un monje tibetano avanza tanto en su camino cuando pela verduras como cuando adopta la postura del loto. Nuestras monjes y monjes de acá acaso sepan también bastante del asunto.
Como tratar de hablar de la vacuidad sería una contradicción de términos, pondré dos ejemplos, en parte emparentados con la primera ventaja expuesta. El primero es de Lao-Tse (Tao Te King, 22):

La rama que se dobla no se parte,
la que se inclina recupera la vertical.
El vacío puede llenarse,
lo que se desgasta se renueva.
Quien poco tiene, mucho puede recibir;
quien mucho tiene, acabará turbado.

Segundo ejemplo. Es un haiku (un poema brevísimo) zen, que siempre me ha fascinado, y que como todo lo zen, parece estúpido a la primera lectura (y a la segunda, y a la tercera...), pero no a la última. Dice así:

Saco agua del pozo
Traigo Madera
Es maravilloso


Es muy probable -lo asumo- que más de uno piense que se me ha ido la mano con el anís en estas fiestas. Pero no es así. Y, por supuesto, no disfrutando planchando, barriendo o fregando. Para ser honestos, trato de evitar hacerlo cuanto puedo.

Pero precisamente por ello aprovecha tanto la filosofía de mocho.
Pienso seguir practicando.


2 comentarios:

  1. Cada día me siento más viejo, mis neuronas ya no van como antes, y casi no entiendo estas disertaciones tan cultas, racionales y intro-extroreflexivas.
    ¿¡Haber si me he enterado de algo!?.
    La filosofia del mocho, quiere decir que hay gente, tú una, que mientras friegas el suelo,te relajas y no piensas más que en escurrir el mocho. Esto es lo que me está pasando con mi señora cuando reconsumamos, que sólo pienso en pasar el mocho.
    !!Ooo¡¡, espera, quizás sea lo que dice el Graña, que no coge el mocho ni pa cambiarlo de sitio, base importante para un matrimonio consolidado, sin sobresaltos, que asegura la felicidad de la pareja.

    Yo tengo, amigos que no sólo pasan el mocho sino que se arrastran por el suelo, contar de mojarlo cuando le dejen. Y sus contrarias, criando choucho gordo, lipos, depilator, spaff y demás modas para que se sientan realizadas. Tambien las hay que Trabajan dentro y fuera de casas, pero no me dan pena, ellas saben como cobrarselo.

    En fin para un sufridor, convencido como tú y lo que te queda, me refuiero a lo de los biberones, no es plan de sulibellarte con zarandajas.
    Un abrazo.Miguel Casado.-

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  2. ¡Hola Don Miguel!

    Pues no es exactamente so. Culpa mía, por mamón y por rebuscado. Lo que quiero decir es que llevar a cabo tareas estúpidas y trabajar con las manos sirve para recordarte quien eres, para quitarte tontería de encima, para proporcionarte humildad y recordarte que el trabajo es siempre digno cuando tú lo haces tal. Luego aparte, ya en plan zen, ayuda a conseguir una felicidad muy especial, la de concentrate en una tarea al tiempo que aireas la mente y la liberas de preocupaciones casi siempre banales.

    Más o menos.

    Un abrazo, te veo el martes

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