viernes, 8 de enero de 2010

Soy un inútil


Cada 6 de enero la misma historia: pasar por mi Canossa particular, la de montar los juguetes. Y eso que libro en casi todos los casos: mi santa conoce el paño y me mantiene amorosamente alejado de la ingeniera juguetil. Por mi y por los juguetes -fundamentalmente por estos últimos. Pero siempre hay resquicios para el desastre, como bien sabía Murphy, que seguro tuvo muchos hijos.

La principal ventaja que las familias despanzurradas proveen a los niños es de una proliferación de abuelos y neo-parientes tal que la lluvia que reciben de regalos en estos días se torna abrumadora. Y tan es así que no les da tiempo ni a abrirlos en el tiempo reglamentario. Y ahí es donde viene el problema, para el que suscribe, porque ya ni la madre da abasto, y me cae algún montaje en suerte. Este año ha tocado una especie de castillo de los cliks para princesas, lleno de horteradas, y con más piezas que las que requirió la catedral de Burgos. O al menso así me lo ha parecido.

Tres horas después de sufrir como un marrano y tener que aguantar que mi Daniel me mire condescendientemente cada treinta segundos ("esa pieza no papa, esta") contemplo mi obra. Tiene menos estabilidad que un castillo de naipes, y parecido futuro. Y, como me ocurre con los puñeteros muebles de Ikea, me sobran al acabar la mitad de las tuercas. Una vez más, compruebo que soy un inútil integral. La próxima vez llamaré a Antoñito, un neo-abuelo que es la pareja de mi madre y al que le das una navaja suiza, unos trozos de cable y cinta Scotch y te levanta un centro comercial (si además le pasas un trompo, te monta el Guggenheim).

Para colmo, mi Claudia le ha echado un vistazo rápido al interior del maltrecho edificio y me ha pedido que le compre unos cuadros, unas macetas y una alfombra mona, porque así tal como está parece una vivienda de Los Pajaritos. Su hermano y yo nos miramos espantados: a pesar de una esmeradamente igualitaria educación, la Agatha Ruiz de la Prada que toda mujer llleva dentro se abre paso, a borbotones.

Así, mientras ellos pasan el tercer día post-Reyes jugando con la caja de los cliks y unos globos viejos mientras la montaña de nuevos cacharros se pudre en una esquina (los muy cabrones), yo salgo a comprar los complementos. Otro día les cuento.

4 comentarios:

  1. Llamame mejor a mi!!! soy un fanatico total de los click de toda la vida.
    a mis dos sobrinos varones (ciertamente no es por machismo) le hemos regalado entre mi hermao jorge y yo sendas cajas de los susodichos juguetes, concretamente el faro y un camion de transporte de mercancias.
    en este caso su padre (mi hermano pablo) se encarga de montar porque ciertamente le gusta, aunque siempre hemos pensado que lo que se dice arte montandolo no tiene mucha....

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  2. Por cierto, esa caja de famobil o playmobil no es la que le han traido este año o si???

    tengo que rectificar: tengo tres sobrinos varones pero el ultimo es demasiado pequeño para disfrutar aun de los click...

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  3. No, la caja es una histórica, la de mi nena es una muy cursi de princesitas
    Puse la otra imagen para cazar nostálgicos y mira tú por dónde he pillado uno...

    Un abrazo

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  4. bueno yo soy un nostalgico... mira sino cuando entro en la pagina del herrera!! que tiempos!! o vuelvo al paulo orosio de mis primeros años!!

    y los click.. que maravilla de famobil... pero ¿ como puedes conservar una caja antigua?? que secreto hay para conseguir eso??

    mi madre tiro cualquier vestigio de los diminutos y pequeños muñequitos...

    un abrazo

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