[N.B.: la entrada de esta semana, está dedicada, como no podía ser de otra manera, al gran Raúl Flores, que me ha dado una alegría -por él, porque lo quiero- al anunciar que ha encargado su ingreso en el noble club de los padres. Va por ti, figura]
Tengo el recuerdo muy fresco, aunque han pasado como 18 años. Era la primera cassette a la que me enfrentaba en mi estudio del -ahora parece muy de moda gracias a Frau Merkel- alemán, en el Instituto de Idiomas. Era una conversación entre una parejita de teutones que platicaban, muy cerebrales ellos, sobre los pros y los contras de tener niños. Los niños te restan energías, te suman afectos, te restan ingresos, te suman responsabilidad, y cosas así. No sé si me chocaba más, desde mi latinidad incapaz de tales desapasionados análisis, el contenido de lo que fría y cabalmente enumeraban o el tono neutral y cansino con el que lo acompañaban. ¿Niños sí, niños no? Yo por entonces no lo sabía. Quiero decir: creía saber que quería un puñado de ellos, porque siempre me habían gustado, pero me ha hecho falta tenerlos para saber realmente por qué esa aventura que emprendí junto a mi media naranja ha sido y es de verdad provechosa.
Voy intentar explicarlo a renglón seguido. Entre medias, y para los que no me conocen, advierto que no estoy para dar lecciones a nadie. Primero, por ignorancia de muchas cosas (de casi todas). Y segundo, porque va en contra de mis pocos principios aconsejar a nadie, por lo menos cuando no me lo piden. Tampoco voy a hablar de cómo se tienen niños. Y eso porque, a estas alturas de partido, estoy muy cerca de aquel escritor inglés que decía que, cuando era joven, tenía cinco teorías sobre cómo se debe manejar a los niños, mientras que, al hacerse mayor, terminó teniendo cinco niños y ninguna teoría.
Vamos allá: niños SÍ, pero. No hace falta tener niños para ser feliz. No hace falta un estudio sociológico para saber esto. He conocido gente feliz sin niños - ya fuese voluntaria o involuntariamente. En realidad, se puede ser feliz casi de cualquier manera, siempre que se tengan unos mínimos (seguridad, salud, libertad, etc.) y a la vez se tenga un por qué vivir. Hay muchos porqués más allá de los niños, y en realidad, me parece que los hijos como razón por la cual vivir son una muy mala idea.
Lo que no se puede ser es feliz sin amar. Nein. Llevo más de veinte años interesado en la felicidad, y ni he vivido, ni visto, ni conocido, ni leído nada, ni conversado con nadie que fuese feliz sin amar. De hecho, la mayor ventaja que le encuentro al hecho de tener niños es que multiplica las opciones de amar. Si empleamos una metáfora empresarial, lo veo así: cada amigo es una sucursal nueva con la que poder querer. La familia (nuclear, a mi juicio) son otras tantas sucursales, puede que de mayor rango. Tu pareja es como un desdoblamiento de tu sede central. Y cada hijo es como otra gran sede. Si quieres crecer en este metafórico "mercado del amor" - si quieres pasar a comerciar a lo grande - requieres de una estrategia expansiva, y ahí entran los hijos.
Se puede hacer lo mismo de otras formas. Por ejemplo, involucrándote en proyectos sociales. Ya sea repartiendo cafés de madrugada a las prostitutas, curando en Burundi o asesorando a toxicómanos o mujeres maltratadas - hay como un millón de formas de amar a lo grande sin tener hijos. En este sentido, por supuesto, tener hijos es superfluo tanto personalmente como de cara a contribuir al bien ajeno. Por lo que a mi respecta, es tan grande dar la vida como mejorarla. Qué le vamos a hacer; soy un tipo de sensaciones cualitativas antes que cuantitativas.
Por supuesto, se me recordará, eso de abrir sucursales incrementa tanto las posibilidades de éxito como las de fracaso. Cuanto a más personas quieres, más posibilidades de sufrir enfrentas. Porca miseria. El ser humano es así. esa es precisamente la razón por la que muchos se resistena amar hasta el fondo. Love hurts, y todo eso. ¡Qué se le va a hacer! Los que jugamos al baloncesto, por ejemplo, lo tenemos claro: sólo falla el que lanza a canasta. Pese a todo, y siquiera con mesura, yo seguiré lanzando, aunque no la meta ni la cuarta parte de veces que por ejemplo el gran Raúl las enchufa.
Los hijos te dan muchas otras cosas, que enumero atropellada y brevemente para no aburrir al personal. Perspectiva: si estás listo ya nunca te encabritará, digamos , que el balance no te cuadre. Revivir tu vida: a menudo vivimos a la carrera y el hecho de darle el rebobinado es una ganacia impagable. Inocencia: se puede recuperar, y a la vez se puede evitar la indeseable ingenuidad. Educación: dicen que no hay mejor manera de aprender que enseñando. Entusiasmo: a los niños todo les asombra, y es una oportunidad para averiguar por qué. Etcétera-etcétera-etcétera.
Termino con una aportación que, 2.500 años después, me temo que sigue vigente. Nótese que quien la escribe no se decanta, no pontifica, recoge todas las aristas del tema. Y que lo hace con un arte insuperable que le permite que cada cuál entienda hasta donde quiera entender:
"Para todos los hombres, los hijos son la vida. Quien, inexperto de ellos, lo censura, sufre menos, pero es feliz gracias a una desgracia"
(Eurípides, Andrómaca)
Un abrazo muy fuerte para quien, desde ya, es Don Raúl, a quien deseo que todo vaya de maravilla, para que pronto tengo uno de estos entre sus brazos
La verdad es que tiene que ser como dices.... porque ser tio es ya impresionante...
ResponderEliminarpor cierto mi hermano Alvaro ha tenido su primer hijo (niña) el sabado y ya es otro...
un abrazo
raul
Un abrazo Raúl!
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