Tengo yo un amigo que ya ha salido por estos barrios que responde al nombre de Eduardo y que no para de darme razones para escribir. Mi amigo, además de un letrado brillante y mejor persona, tiene golpes de todos los colores que no es cabal dejar escapar, y la página de esta semana quiere ser un homenaje a una de sus peculiares cruzadas, que comparto al ciento por ciento. Es la lucha contra el pollogordismo; la batalla sin cuartel ni receso contra los que pretenden conseguir más productividad, amor, creatividad, cariño, implicación de la peña y en definitiva resultados, a cambio de...NADA. Así es que de vez en cuando, cuando el letrado se mosquea se le oye desde el corner musitar, y a veces proclamar, mientras los demás le hacemos el coro:
"Lo que no puede ser es pollo gordo que coma poco"
Este palabro que hemos inventado mi compadre y yo, que remite al "duros a cuatro pesetas" de toda la vida, pretende pues denunciar una práctica organizacional que no sólo estuvo siempre extendida en suelo patrio, sino que, para mayor sofoco del sentido común, tiene a sus adalides envalentonados con la cosa de la crisis. Así ocurre que proliferan las reuniones en las que sistemáticamente se nos pide que recreemos el milagro de los panes y los peces, con periodicidad además semanal. El truco, que algunos no captamos, consiste en conseguir más de nuestro tiempo o más de los equipos de trabajo, mientras se les ofrece, como soberano premio, el conservar sus puestos de trabajo. Implicarles más con la empresa con la ominosa contrapartida de no hacerles ni puñetero caso no ya a lo que reivindican, sino incluso a cómo se encuentran, o a qué les parece la vaina. Y el remate de los tomates: a que se muestren más creativos e innovadores, por la patilla, y a menudo sin medios para transformar esos sueños después en luminosas realidades.
Por supuesto, este "ismo" tan pernicioso tiene su correlato en casi todos los demás ámbitos. Para empezar, en la política. Sufrimos actualmente un gobierno pollogordista hasta el tuétano aviar en cuanto hace a sus consideraciones económicas. Sólo así se explica que pretendan afrontar el imprescindible cambio que requiere nuestro sistema productivo sin ni una propuesta seria que altere nuestros modos de pensamiento, nuestra cultura. En un país donde 2 de cada 3 jóvenes quieren ser funcionarios y donde el empresario es sempiterno sospechoso de explotación y crimen soterrado ¿cómo demonios se van a crear empresas? Los pollos gordos del progreso empresarial (americanos, alemanes, japoneses y ahora chinos) se frotan las alitas mientras nosotros seguimos demorando la redacción del texto más importante para nuestros educandos: el de la dignificación del dinero.
Y qué decir de las parejas: pollogordismo puro, de muslo negro de bellota. Tomemos por no cansar (he hecho votos de una mayor brevedad en mi entradas, y ya me estoy pasando) la cosa sexual. El pollogordismo masculino dice así: yo lo que quiero es que mi mujer esté divina, tal y como me la encontré, y que siga pidiendo guerra a cada momento. Pero la muy egoísta anda todo el día ocupada en los niños, batallando con la casa y encima cansada por un trabajo que le deja dos perras. Vale. El pollogordismo femenino, reza: "yo lo que quiero es que mi marido me seduzca". Verlas venir, en suma; un Clarck Gable para la noche y un McGiver para el resto de la jornada. Sin arrimarle yesca a la candela.
Ante esta tesitura, me gustaría que los anti-pollogordistas del mundo nos uniésemos y gritásemos a los cuatro vientos que no hay pollo gordo que coma poco. Que no es sólo cuestión de dinero, sino muchas veces de interés -que el pollo no se alimenta sólo de pienso-, y en definitiva, de dos asuntos muy graves, pero muy pertinentes, sea para una compañía comercial, la familia, la pareja, o el país mismo: que no hay avance duradero posible sin visión de futuro y vocación por las personas.
He dicho
P.D. Más allá de la ingeniosísima frase, las extensiones del término y todas las conclusiones son responsabilidad exclusiva del autor de este blog. Nunca se sabe, colega, nunca se sabe.
Yo tambien me apunto a esa digna lucha que conozco pero que no tenia nominativo fijo para definirlo. A partir de ahora la utilizare pero sin nombraros...
ResponderEliminarSuele suceder en el mundo laboral que la gente quiera algo por x dinero por ejemplo y ese algo al final es un algooooooooo muy grande pero el dinero es el inicialmente pactado.
Me gusta mucho lo relativo a la pareja porque es cierto, totalmente cierto lo que dices.
Aunque donde realmente se aprecia es en la vida en general, no solo en el trabajo, sino con amigos cuando esperan que uno de mas y ellos no dan un paso adelante.... En cierta medida se espera que uno vaya creciendo en el dar y que no se preocupe de pedir....(ya entamos en materia divina)...
El PD es fruto de la condicion de letrado de tu amigo, no vaya a ser que se escape una demanda por ahi y la tengamos liada.....
Pues puedes mencionarnos sin problemas al ladito del pollogordismo. La intención de Eduardo, y por supuesto la mía, es convertirnos en creadores de opinión y forjadores de vocablos, surcar el mundo dando conferencias, abanadonarnos a la buena vida, forrarnos y cosas así...
ResponderEliminarEl PD es porque hay listos/tontos peligrosos, en nuestra casa como en todas.
Un abrazo
Joder, a ese Eduardo lo conozco yo (jejejeje).
ResponderEliminarEl pollogordismo sin duda es uno de los males de nuestro tiempo, pero sin duda siempre es más doloroso con las amistades, con las personas que quieres. En el terreno profesional creo que siempre hay otras opciones, en el sentimental también, pero duelen mucho más.
En muchos casos, la solución al pollogordismo en el terreno profesional está en nosotros mismos, es decir saber pedir, argumentar la petición y ser serios y nunca, nunca, tener miedo a pedir lo que uno se merece. Es decir dejar la queja contra el pollogordismo y pasar directamente a luchar contra él.
Respecto a la pareja, lo has bordado.
Un saludo.
PPGG
Hombre, un compadre que sufre el pollogordismo en sus carnes día sí y día también...
ResponderEliminarUn abrazo