viernes, 19 de marzo de 2010

(Aún breves) memorias del Príncipe gitano

Hace ya una pila de meses que me desparramé por estos parajes glosando a mi Claudia de mis entrañas. Enjugadas las lágrimas, algunos de los que me leyeron me pincharon con mucha gracia en plan David, se te nota cantidad que tiras al monte con la niña de tus ojos y qué pasa con el infante que te lo dejas en el tintero. Pues claro que no, pardiez. Estaba cogiendo fuerzas y averiguando por qué costado le iba a entrar al toro. Porque aquí donde ven a este retaco que en unos días me hará un lustro, el pibe se las trae. No se deja glosar fácilmente, de puro escurridizo, lenguaraz y polifacético que es el pavo.

Y es que llegó apuntando maneras. Mis hijos no han nacido nunca en fecha; pero lo de éste fue de juzgado de guardia. Claudia apuntaba al día de los enamorados, y Daniel al del trabajo –lo cuál supongo que querrá decir algo-, pero aquí el garçon se adelantó su buen mes y pico. Bastó que a la madre le retiraran 3 horas el prepar que retenía a la criatura para que dijera “preparaos que allá voy”. Lo recuerdo como si fuera ayer: salían los títulos de crédito de la estupenda Million Dollar Baby en el ordenador que reposaba a los pies de la cama del hospital cuando su madre me pidió que avisara al celador de que tenía “unas molestias”. Cuando aquel hizo acto de presencia, nos miró con ojos desorbitados, comentando que bueno, que normal lo de las “molestias”, porque la madre naturaleza ya estaba en plena ebullición.

Háganse cargo. Tres de la madrugada del martes santo en la Cruz Roja de Triana. El niño que en principio venía de culo, y el anestesista “de guardia externa” (eso, para los legos, significa que está durmiendo en su casa y que se le puede llamar al móvil en caso de peligro de muerte). Finalmente, en un milagroso giro que luego emularía fuera de la placenta un millón de veces, el niño se dio milagrosamente la vuelta y pensó que lo decente era salir como Dios manda. Y una vez más, sin epidural ni artificialidad que se le parezca (creo que ya mencioné en otra parte lo chula que es mi Nuria), mi santa dio a luz un moquillo de dos kilos y pico que dormirá sus primeras horas en la incubadora. El resto de esa noche, hasta que rompió el alba, me la pasé sin quitar ojo a su respirar entrecortado dentro de aquella cajita de cristal. Fue la primera –de hecho la única- vez en mi vida en que me he pasado una noche entera en vela sin necesidad de elixires etílicos que facilitasen el trance.

Desde entonces, el crío no ha parado de darnos satisfacciones. La primera y más llamativa fue y es ser enteramente distinto a su hermana, lo cuál siempre enriquece y le pone sana variedad a la vida. Todo el dramatismo de la hermana es pura comedia en el zagal; la excitabilidad y actividad incesante de aquella, rara reflexión –por la edad- y concentración en aquel. De todas maneras, por ósmosis, toneladas de sensibilidad pasan de su hermana a él; no es un niño al uso en ese sentido, para lo bueno y para lo malo.

Él también, como su hermana, tiene guardado un saco de anécdotas que definen su carácter. Lo suyo son las posturitas a lo Clark Gable, las maneras de seductor nato capaz de abordar a cualquiera en plena calle, y las bromas de todo pelaje. Recuerdo un día en que la hermana, enfadada, le soltó que no sólo era malo, sino que además era patético. Ni se inmutó el colega: miró muy serio a su congénere, cruzó los brazos, frunció el ceño y le preguntó burlonamente: “¿En qué quedamos? ¿Soy malo o soy patético?”. Y esa cabecita que se va a mueblando lo lleva por caminos verdaderamente insospechados. El otro día, sin ir más lejos, se levantó de un salto para ir al cole. Muy serio, mientras la madre le quitaba las legañas, le soltó su intelectual hallazgo, que a buen seguro estuvo gestando durante toda la noche: “Mami, ¿sabes que hoy es el mañana del ayer? (nótese el importante articulado).

Y es que el muy truhán, desde que echó a andar, tiene mohínes que convierten en un esfuerzo sobrehumano mantenerle la compostura mientras te habla. Imposta la voz siempre que quiere decir algo que para él es muy serio –cosa que ocurre unas cuarenta veces al día. De verdad que pone el tono cavernoso, ultra-grave, y te mira como si fuese a ponerse bizco, mientras te suelta sus últimas solemnidades. Otras veces construye extensísimas cadenas de razonamiento, y le brillan mucho los ojos cada vez que ha comprendido una de esas cosas nuevas que tanto le asombran.

El Príncipe gitano, que así lo llamábamos de bebé por tostadito y guapetón, tiene a la madre loca, en el mejor sentido de la palabra. Le lanza piropos, le besa en el cuello, le aplica mimos infalibles que la doblegan como junco tierno. Apunta maneras, en suma, y en buena lógica ha de conquistar, con ese palmito que le hemos fabricado, todo lo que no conquistó el padre. ¡Un Donjuan entre los Cerdá! ¡Quién lo hubiera sospechado, con sus antecedentes genealógicos!

En eso tendrá que romper con décadas de tradición. Lo que si me insisten mucho es en el parecido físico que tenemos cuando se nos compara a ambos a la que ahora es su edad. Pudiera ser; me gusta pensar que sea así. Dejo un par de fotos para que ustedes juzguen por sí mismos, seguro de que sabrán decir quien es quien.

Tiene el talante astuto de un avispado zíngaro, una taimada determinación, y el mundo está para él plagado de fascinantes aventuras que correr. Me encantaría pasar el máximo de tiempo posible a su lado, para regocijarme en el proceso. A poco que la suerte le acompañe, con ese carácter y expuesto a tanto cariño que él se encarga de multiplicar, será muy feliz.

Y nosotros que lo veamos.

2 comentarios:

  1. En la foto tercera parece que se intuye algo del padre, pero sinceramente este niño sale a su madre no? es el padre mejorado creo...

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  2. ¡Todos mis hijos están mejorados porque salen a su madre!

    Un abrazo

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