lunes, 8 de marzo de 2010

ET re-visitado


Uno intenta, conforme se hace mayor, ser más capaz de hacerlo todo solo, más soberano de sí mismo, más fuerte y autogestionado. La autarkeia de los Epicuro, Antístenes, Marco Aurelio y demás. Pero hay cosas en las que servidor desanda el camino en cuanto a lo de montárselo en plan Juan Palomo, y una de las más llamativas es la del cine. Cada día me cuesta más disfrutarlo a solas (con la de películas que me habré tragado en digno onanismo) y, acaso para compensar, cada vez lo disfruto más cuando lo comparto. Por eso estoy de enhorabuena; gracias a nuestro afán procreatorio de los últimos años, cada semana surge la oportunidad de hincarle el diente a otra reposición de una gran cinta, sobre todo ahora que vamos pasando de los Clásicos de Disney (a los que mi generación pre-video fue un tanto inmune) a un nivel más avanzado. Pesadilla antes de Navidad. La historia interminable. Billy Elliot. Y últimamente, un clásico entre clásicos, ET El Extraterrestre.

Veintiocho años después (que se dice pronto), la película me sigue pareciendo sublime en su reivindicación de la inocencia y de esa ilustre benevolencia (en su puro sentido etimológico: querer el bien para los demás) que tanta falta nos hace. Es, además, un canto a la amistad sincera, directa, una especie de mega-empatía capaz de conmover a las piedras. Todo el mundo merecería tener un amigo como Elliot, y la sugerencia del niño-adulto Spielberg parece ser que basta con mostrarse puro, directo y desinteresado para merecerlo. Por supuesto, no siempre es así; pero, de un lado, desearíamos que lo fuera, y de otro, parece que se acierta más deseándolo y practicando como si efectivamente así fuera.

Tengo un montón de imágenes clavadas en la retina de esta película. Esos m&m's que inician la complicidad entre Elliot y el monstruito. Ese ET cruelmente travestido por la hermana pequeña (en la imagen adjunta). Ese dedo curativo y sentimental que se le enciende al extraterrícola, y su terrible aspecto, blanquecino y demacrado, cuando casi al final parece que se nos va al otro barrio. Y, en grado máximo, las bicicletas volantes -todos los niños de entonces queríamos una- de esa valiente e implicada pandilla, y una música maravillosa que no puedes oir en la salita de espera del dentista sin que se te contraiga la patata.

Los niños disfrutaron a rabiar de la experiencia. Daniel pegaba saltos convulsos, presa de la excitación, cada vez que la acción subía de tono (lo cual pasa bastantes veces, por cierto). Claudia decía que "tenía una tristeza muy grande en el corazón" cada vez que el mago Spielberg pegaba un zarpazo emotivo, que también asesta unos pocos. La madre combinaba, con la temperanza de los adultos, las dos reacciones, recordándome una vez más quien los ha parido. Y en cuanto a mi, baste decir que esta forma de re-vivirla me resultó aún más potente que lo que viví cuando estrenaba apenas mi primera década en el mundo.

Y ahí me tenéis, en los créditos finales, arremolinado en el sillón entre cómplices cojines que me parapetan de mis niños para que no descubran, pues aún no sabría explicárselo, que su padre está empapado de lágrimas a causa de una alienígena panzudo, cuellilargo y arrugado que se abraza a un niño conmocionado.

De verdad que es dura la vida del varón emocionalmente liberado...





6 comentarios:

  1. Eres comestible, David, tu liberación emocional debería ser contagiosa. Como bien sabes, no tengo hijos ni ganas de tenerlos, pero estas sesiones de cine clásico sí que me las pego. De vez en cuando invitamos a los amigos para ver un clásico infantil (gremlins, goonies,...), compramos muchas chucherías, nos ponemos el pijama y ¡¡¡a viajar en el tiempo!!! E.T. está pendiente.
    Besos, corazón.

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  2. Qué entrada más emotiva... Precisamente acabo de grabarle a mis sobrinos ET porque ellos mismos me lo pidieron. Seguro que triunfo, porque es de esas películas que envejecen bien, que mantienen su vigencia a través de los años, a pesar de que Spielberg trató de "actualizar" hace años alguna escena, cambiando armas por walki-talkies...

    La frase de Claudia me ha llegado al alma.

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  3. Muchas gracias, Lu. Lo de la emoción, justo es decirlo, se lo debo la mitad a mi media naranja (que lleva inyectándome emoción inteligente va para 18 años)y la otra mitad, supongo, a la vida misma, que sólo te deja dos opciones conforme vas sabiendo más cosas: o te forras el corazón de latex o lo expones al escarnio público para ver qué pasa.

    Y por cierto que ya sabía -sin en realidad saberlo- que a ti el cine compartido en plan revival te tiraría mucho, y que ni falta te hacen los hijos estando rodeada de tanta gente a la que tanto quieres y te quiere tanto.

    Un beso

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  4. Pues sí compadre Adso, así estamos con la mocosa. Léase la respuesta anterior para vislumbrar lo que se nos viene encima con Claudia, por obra y gracia de los poderosos genes -y la consiguiente práctica-de la madre y la realidad de un padre que con los años está más tierno que el Pan Bimbo sin corteza. ET es un disparo seguro con tus sobrinos, y apostaría a que con los sobrinos de tus sobrinos (y nosotros que lo veamos).

    Un fuerte abrazo

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  5. Creo que presentar las mejores peliculas de niños a tus propios hijos es una de las experiencias mejores que se pueden tener en la vida.
    El otro dia vi con sobrinos (aunque no mios) la peli tania y el sapo y estuvo bien pero evidentemente a nivel inferior al gran E.T.
    recuerdo un muñeco que teniamos Adso y yo cuando eramos pequeños. Era clavado y tenia una luz que se iluminaba....
    Me has hecho retrotaerme a dos pelis que vimos con nuestra madre: parchis y Annie.... esta ultima un clasico brutal..

    un abrazo

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  6. Permitidme un chismorreo, lo de Adso que biene del fraylecito del nombre de la rosa?. Como andais con el cine

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