sábado, 24 de julio de 2010

Hasta la vuelta


Bueno, pues toca un hasta luego. Toca una de convencional veraneo, una nueva batalla contra el sol y la pertinaz arena, recibiendo el embate de las olas de la mano de mis criaturas, leyendo como un poseso, remoloneando con mi santa e ignorando el móvil, el portatil y demás condenas. Algo del todo convencional y maravilloso.
Nos veremos para septiempre, pero déjenme que aproveche para decirle, a quien se asome por aquí, que hasta ahora me ha encontado esto de escribir compartiendo. Tras décadas de escritura onanista, y a mi que cada vez me va menos hacer nada en solitario (dije nada), hay que decir que la experiencia me ha encantado, y que, por consiguiente (como diría el otro), volveré a darles la murga a la altura de septiembre.

Me voy a despedir con un chiste epistemológico. Así, con un par. Es apenas un retazo, pero resulat del todo revelador en cuanto hace a la teoría del conocimiento:

Tres mujeres se preparan en los vestuarios de un club de postín para jugar su partido de pádel semanal. En estas aparece un hombre completmente desnudo, con una toalla envuelta a la cabeza que le oculta el rostro.
La primera entorna los ojos para escrutarle el pene y dice: "No es mi marido"
La segunda comenta: "No, desde luego que no lo es"
La tercera apostilla: "Ni siquiera es miembro de este club"

Ciao!

domingo, 18 de julio de 2010

Espíritu Plantinar

Hace un par de años, me lo propuso un buen amigo, Andrés. Hablámamos de baloncesto, del gusto por este deporte y en general por ejercitar el cuerpo, por mantenerse activo, entre tantas horas ensillonados, o frente a un ordenador, o vagando por los aeropuertos. Y en uno de estos que en el que coincidimos, tras hablarlo, me decidí a probar.
Lo que yo no esperaba era todo lo demás- yo al menos tenía todo eso en mí dormido, atrofiado. Lo que acompaña a participar en un equipo con personas buenas, sanas, caballerosas (¿aún se dice así?), y rebosantes de vida. Con la competitividad, en el mejor sentido, por bandera: con el espíritu de superarse a sí mismos (sólo se compite contra uno mismo), con la imprescindible rebeldía que le dice al propio cuerpo, compadre, aún no te toca pararte y esponjar y tal. Aún te queda trecho que correr, cabronazo, antes d emeterte en la caja. O qué te creías.

Pero lo que estos señores hacían cada martes y ahora me dejan hacer con ellos va mucho más allá de lanzar una pelota contra un aro metálico, pegarse unas carreritas y sudar un rato. Va mucho más allá de fustigar uun tanto el cuerpo para qyue no se acomode y se pudra, que también. Tal y como nosotros lo vemos, el deporte es una actitud, y el baloncesto una clase de actitud aún más especial que entraña toda una serie de beneficios adicionales cuando se lo practica en equipo, o sea, como Dios manda. En plan ba-lon-ces-to, que diría Pepu. Lo que nosotros hacemos es compartir; poner a prueba la maquinaria para ver de lo que es capaz; ejercitar la generosidad, (para que tampoco se enmohezca); hacer gala de eso que se llama compañerismo (y que va mucho más allá de cubrir la espaldas a los compañeros de trabajo); intentar cosas aunque no siempre nos salgan; buscar, en definitiva, la excelencia -que no es otra cosa que intentar hacerlo mejor cada vez.
Poco importa que un día no tu entre una puñetera canasta, y menos aún que al día siguiente las metas todas. Intentar ser el MVP es una horterada -que tus compañeros te asignen el trofeo porque te has dejado la piel y has dado siempre la cara, un honor. Saber dar un cambio, producir una asistencia mejor que un canastón y animar al que tiene un mal día es la marca del buen baloncestista. Eso es lo que enseña y recuerda el Espíritu Plantinar -y por eso es una escuela de liderazgo.
También es cuestión de perspectiva -de ver toda la cancha, de saber reírse y sufrir (sobre todo cuando el calor aprieta); de apretar los dientes para recuperar en defensa y así paliar un error propio o ajeno. De saltar todo lo que puedas aunque el contrincante sea más alto, más joven, más fuerte (y qué coño, más guapo). Igualmente se trata de respetar al adversario precisamente dando todo lo que uno tiene dentro, sin dejarte nada. Hay que ganar de cuarenta si se puede porque eso es respetar al adversario; bajar los brazos, dejarle, es como escupirle a la cara. Y si hay que romperse el tobillo (caso de Andrés o el Gran Chaza), la rodilla (enorme JR), las costillas (el querido Jose) o lo que sea, claro, uno se lo rompe, para que después se cure y te puedas tentar la ropa e intentarlo de nuevo. En eso consiste sentirse vivo, activo, dispuesto a luchar. De hacer cosas con otras personas que merecen, y mucho, la pena.

Todas estas cosas constituyen un nutriente de primera para el resto de aspectos de mi vida, como ya les dije en una ocasión a ellos. Estoy mejor en mi casa, mejor con mis hijos, mejor en el trabajo, aprecio más la amistad, la familia, y en fin vivir. No exagero; me alimenta.
No sé me ocurre qué cosa podría yo hacer cada martes a las 9 mejor que esto. No es por el sudor, por lo divertido que es el juego (vaya si lo es), por lucir una curva menos pronunciada en la playa, ni por producir adrenalina. Todo eso está muy bien, pero es el Espíritu Plantinar que describo, el que han parido Miguelón, Miguel Ángel, Isidoro, Mariano, Antonio, Luismi, Carmelo, Raúl, el Chico-Jordan, David Naranjo, el señor Arrébola, el señor Ternero y en fin y sin pretender mencionarlos a todos, lo que esta panda estupenda de hombres hechos y derechos han creado, lo que me hace acudir cada noche de martes al mismo lugar.

¿Cómo me siento al respecto? Trataré de describirlo haciendo un ejercicio de nostalgia. Recuerdo cuando, con 14 tacos, me paseaba tras jugar con mis amigos con mi balón debajo del brazo y mi metro sententa raspado (igual seguimos) por las canchas del barrio para ver si podía seguir jugando con los mayores. De vez en cuando, pasaba: me señalaban amistosamente con el dedo desde la cancha, y me decían, venga chaval, juega con nosotros.

Una maravillosa sensación que ahora repito una vez por semana gracias a que estos truhanes, por la que les doy las gracias.
Me dejan jugar con ellos, y eso es muy grande.

jueves, 8 de julio de 2010

Contra Cupido

Las vueltas que da la vida, querubín. Para nosotros los occidentales viniste al mundo en Grecia, si es que es posible señalar un punto en el que nacen los mitos, así, de una vez. Allá te trataron a cuerpo de rey, aunque sospecho que no te tomaban muy en serio. Entonces te llamabas Eros, y hasta Sócrates, Alcibíades y Fedro se peleaban por definirte con tino. De todas formas, la partida de nacimiento donde pone "Cupido, dios del amor erótico y de la belleza" te la dieron en Roma, según reza el libro de familia de tus progenitores. Venus y Mercurio, menudos padres; cualquiera te echa la culpa de tus desmanes. Hoy todos los psicólogos te eximirían de tus fechorías -"un hogar desestructurado", dirían. Y tendrían razón.

Pero lo que hoy toca no es precisamente un panegírico de tus virtudes y de los placeres que has ofrecido desde que el mundo es mundo. Todo lo contrario: hoy estoy contra ti, en plan denuncia. Voy a ver si te arranco la poca ropa que te queda para demostrar que, necesario como eres, cuando te extralimitas te pones cargante y arruinas la cosa del amor. Que a mi me importa bastante, para qué negarlo. Voy a contarle al que quiera escucharlo que debajo de esas carnes tan rosadas y mulliditas y esos rubios ricitos ensortijados se esconden el corazón de un tirano y el número de la bestia. Y voy a proponer que se te de boleto sin prisa pero sin pausa tan pronto hayas cumplido con tu cometido. Que te cuesta darte el piro cuando ya sobras, majo.

Me parece que una de las cosas más importantes que procede aprender en la vida es la diferencia entre el enamoramiento y el amor. De hecho, los responsables de marketing del mundo entero y los pavos y pavas que componen baladas lo tienen muy claro - el enamoramiento es chachi, y el amor, un soberano coñazo. Solo que nos confunden ladinamente llamándo al primero amor. La cosa que se canta y se exalta, esa con la que se venden perfumes y rosas y bolsos de diseñadoras con nombre de portera (léase la Puri García), remite no obstante más que nada a la vieja queja de Groucho, planteada en forma de pregunta:

"¿Por qué lo llaman amor si quieren decir sexo?"


Porque es un hecho ya científicamente contrastado que el enamoramiento es cosa de hormonas, fluidos y poco más. A nuestra generación le ha sido concedido el dudoso privilegio de descubrir que Cupido no es una angelito, sino un pastillero. Un peligroso camello con piel de cordero. El que mejor (más fascinante) lo explicaba era el infatuado Al Pacino, el terrorífico y a la vez ultra-atractivo Pacino/Satán del "Abogado del diablo": bioquímicamente, el enamoramiento no es distinto de pegarse un atracón de chocolate. Pura química, tío.

Así las cosas, me parece asunto lamentable celebrarle al terrorista este de las emociones cada 14 de febrero. Este tipo con cara de ángel va por ahí haciendo estragos, y después de clavar la flecha va y se pega el bote y deja a muchos echos unos zorros. Quiebra amores que funcionan, aunque sufran tensiones (no hay amor sin crisis), confunde al personal en bárbara proporción conforme lindan la cuarentena, y nos hace decir cosas estúpidas como "chati", "cuchi-cuchi" o epítetos aún peores. Por si fuera poco, es el GRAN PATROCINADOR MUNDIAL DE LA MENTIRA.

Lamentablemente, no hemos inventado una manera mejor de crear uniones satisfactorias. Llevamos la biología por castigo, y unmillón de años de homínida evolución no pasa en balde. Pero no nos escudemos siempre detrás de las celulitas -la próxima vez que Cupido te juegue una mala pasada, después de dejarte quere un poco si te place, y después, corazón en mente, mándale a freír espárragos si un amor de veras, generoso y maduro, te espera.

viernes, 2 de julio de 2010

Con ustedes, el improbable Padraig Hyland

Pues bueno, me he quedado colgado con este tipo. Por chulo, divertido y directo. Un comunicador nato y un sujeto sin complejos; alguien a quien 9 de cada 10 de mis compatriotas calificaría de un fantoche y un cara -equivocadamente según creo. Lo encontré en una de mis pesquisas de materiales para la última extravagancia que monto para innovación, y ahora me lo administro de a pocos, de cuando en cuando, para disfrutarlo más.

Este inverosímil ser que responde al -¿impronunciable?- nombre de Padraig se define como humorista, coach y comunicador. Tiene una web muy interesante, y se dedica a dar cursos sospecho que mayormente por su Gran Bretaña natal. Por aquí barrunto que nunca lo veremos, porque nosotros, para los asuntos de la empresa, el liderago y la estrategia preferimos a tipos sesudos, a ser posible que hayan estado en algún ministerio, convenientemente encorbatados y parapetados de tras de una mesa de conferenciante. Por no recordar que nuestro nivel de inglés es... ya saben.

Tiene una serie estupenda, con el delirante nombre de Ninja Leadership Deadly Academy en una web que se llama Meet the boss TV, que tiene un montón de videos formativos sencillos y muy interesantes. Mis favoritos: el relativo a las reglas del buen orador y otro sobre desarrollo personal. Pero los 18 merecen la pena. Te ofrecen una versión editada de 1 minuto y si te das de alta -dfácil y gratuito- tienes acceso al contenido completo, de unos 5.

Arte a raudales, ideas pocas, importantes y muy claras, .... aunque a lo mejor ustedes prefieren tragarse las 500 páginas del profesor universitario ibérico de turno, claro.

Que ni en su familia le leen, oigan.