domingo, 19 de diciembre de 2010

Parece que habrá desempate

Siempre quise escribir algo a la sombra de esta foto. La descubrí hace un puñado de años en Internet, y no sé, siempre me ha puesto los vellos de punta. Así es que ahora que se me ha ocurrido una especie de dulce y gamberra venganza contra algunos de mis amigos, la he rescatado y en fin, aquí está.

Efectivamente, parece que habrá desempate. Yo, cuando tenía veinte años menos y bastante menos sentido común, quería tener 4 hijos. Tropecé además con una media naranja que estaba igual de infradotada que yo para la prudencia, así es que cualquier cosa podía ocurrir. Luego vino mi Claudia, que dio más guerra que un mapache, y mi Daniel, que vino enseguida, trmpicadamente. Y ahí nos quedamos: teníamos la prejita, caracteres diversos, ricos y estimulantes, mezclas diversas de lo Cerdá y lo Gamarra - lo teníamos todo.

Y realmente, lo tenemos todo. Pero un buen día, después de tanta somnolencia, tanta carrerita extemporánea a Urgencias, tanto sufrimiento exagerado (qué le voy a contar al que sea padre, qué no se imaginará el que no lo sea), los vimos grandes y fuertes y nos entró el orgullo del artesano y nos acordamos de cuando éramos más valientes - más inconscientes - y bueno, compramos boletos para el siguiente sorteo. Unos meses después de hacer deliciosas quinelas, parece que tenemos otro pleno al 15.

Servidor, además, le ha estado dando al tarro en estos últimos años. Y después de mucho pelearme con el concepto de felicidad, aunque tengo algunas cosas meridianamante claras al respecto, aún me cuesta echarle a la vida las cuentas de la felicidad, así es que he dedidido quedarme con el concepto mucho más seguro y accesible del amor. Con el amor, todo se entiende más fácil y cualquier balance demuestra su bondad palpable, diariamente. Así es que me (nos) ha parecido una excelente idea abrir una nueva sucursal - a la altura de junio, si todo sale bien.

Termino con la pequeña venganza. Hace algún tiempo algunos de amigos me empujaron a escribir este blog, con el sutil método de hacerme entender que escribir en cuartillas y para uno solo, a la altura del siglo XXI, era para majaderos y -cito textualmente- "catetos cibernéticos". Bueno, pues a alguno de ellos le he reservado esta noticia para que la reciba en un bloc (que le llama Daniel), ni más ni menos. Para que vea lo moderno e informáticamente instruido que me he vuelto.

Pero vamos, ya me quedan pocos sin saberlo. Y es una pena, porque disfruto como cochino en maizal cada vez que lo suelto.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Baloncesto y algo más (palabra de Boza)

El baloncesto, no me cansaré de repetirlo, es mucho más que un deporte. El deporte en sí es una fuente de valores y sabiduría: al menos cuando se lo practica como tal, no para hacer dinero o montar espectáculos. En tales casos, puede que también, pero a menudo la moraleja no está ya tan clara. El caso es que, entre los deportes, los que son de equipo son los más ricos, porque a la virtud del esfuerzo personal, el afán de superación y muchas otras ganancias personales, se le añade el espíritu de equipo, la capacidad de compartir y de sacrificarse por los demás. De entre todos ellos, el mejor es sin duda el baloncesto.

Y como estas cosas son fáciles decirlas cuando a uno le lleva la pasión por lo que le gusta, me he propuesto traer a colación un ejemplo ajeno que lo ilustre, a modo de demostración. Y como son las palabras de uno de los más grandes entrenadores europeos de la historia, resulta que son palabras mayores. Bozidar Maljkovic, para el que sea demasiado para recordarlo, entrenó a un prodigio baloncestístico de los 90 llamada Yugoplastika de Split, donde jugaban un puñado de imberbes llamados Radja, Kukoc, Tabak o Ivanovic (ese tipo tan malencarado que ahora gesticula desde el banquillo del Baskonia). Él tiene una suerte de "reglas de oro" del baloncesto que a servidor le parecen estupendas para ser trasladadas a la vida. Y como da la casualidad que los humanos aprendemos cualquier concepto mil veces antes practicándolo que memorizándolo, es fácil constatar la cantidad de cosas que se aprenden mientras se corre por la cancha, se pasa la bola, se suda, se grita y se defiende.
Ahí se las dejo con mi propia, breve, y me temo que obvia traducción enfocada sobre todo al mundo laboral. La de euros en libros y consultores (con perdón para el que lo sea) que se podrían ahorrar organizando equipos de baloncesto en las empresas...
Ni que decir tiene que va por ustedes, compañeros del Plantinar que me enseñan estas cosas cada martes.

1.-“Nunca se puede recuperar un entrenamiento perdido ni un partido perdido”
Hay que trabajar todos los días con la misma intensidad. La relajación es de perdedores. Vivir es superarse (lo otro es sobrevivir).

2.-“Todos los partidos son importantes, sólo los malos profesionales hacen distinciones”
No hay temas irrelevantes, sino personas poco diligentes. No se trata de tomárselo todo severamente, sino seriamente.

3.-“Hay dos tipos de jugadores: buenos y malos. No hay diferencias entre jóvenes y veteranos”
Lo mismo da que acabes de llegar que lleves veinte años en la organización en la que trabajas.Todos los días hay que demostrar que mereces el sueldo que te pagan, e incluso más.

4.-“La asistencia hace feliz a dos personas. Un tiro sólo a una”
El trabajo en equipo es la base de la satisfacción en el trabajo. A la empresa le interesa la gente que no quiera ponerse medallas, sino alcanzar logros para el colectivo. Hay que hacer crecer a los que nos rodean - esa es de hecho la principal satisfacción que te va a proporcionar en el trabajo.

5.-“El baloncesto es una bella sinfonía entre defensa, contraataque y ataque posicional”
En una organización hay de todo - como en botica. Hay días duros, jornadas más livianas y tiempo para la conversación. Hay un tiempo para la concentración, otro para las prisas, aún otro para la creatividad y también para el análisis. Hay que saber bailar con cualquier partenaire.

6.-“Un jugador debe estar dispuesto para jugar 3 ó 33 minutos y para anotar 3 ó 33 puntos”
No siempre vamos a tener el protagonismo. Tanto si lideramos un proyecto como si participamos con un papel secundario, nuestro esfuerzo y talento son importantes. La cuestión es sumar, no destacar.

7.-“Todo lo que no mata nos hace más fuertes”
Equivocarse no es malo, sino obligatorio. El drama es no aprender. No miremos atrás más que para recordar nuestros fallos en pos de no repetirlos. No nos quedemos anclados en un revés, miremos hacia delante.

8.-“Un ‘crack’ nace gracias a su padre y a su madre. Un entrenador le ayuda”
La gentes es buena o mala, lista o tonta. Todo el mundo viene hecho. Un jefe sólo es capaz de aportar una orientación, estímulo y motivación. Pero no puede convertir a un zoquete en un genio, ni lo contrario. De lo que se trata entonces es de sacar el máximo partido de cada uno - pero sobre todo de la suma de ellos, del conjunto.


9.-“Un club debe guardar sus secretos y debe actuar en un 90% con diplomacia y de forma agresiva el otro 10 por ciento ”
Las cosas que pasan en el departamento y en la equipo se solucionan internamente. Discreción, diplomacia y reserva son términos importantes. Pero cuidado si nos atacan - morderemos.


domingo, 14 de noviembre de 2010

La sonrisa de Zapatero

El pasado viernes la volvía a ver. En un atractivo programa que repasaba las que (supuestamente) eran las imágenes de la década, retomaron los debates políticas de las últimas elecciones. Pincharon un poco al bueno de Mariano con el asunto de la niña (enorme error de cálculo, espero que despidiera a sus asesores), y luego me ofrecieron la moviola de aquel "Buenas noches, y buena suerte" con el que ZP cerró su intervención. Una frase aderezada con una sonrisa que, de puro excesiva y calculada, resultaba obscena.

Y entonces me he acordado de los que farfullaban lamentándose sobre el hecho de que quizás entonces una parte importante de los españoles se decantaron simplemente por el candidato más fotogénico, más atractivo. Porque yo no creo que ese 10% que se decidió por criterios estéticos u hormonales constituya el verdadero escándalo. Para mi lo peor sigue siendo ese 80% que siempre vota lo mismo. Esa monstruosa mayoría que te dice, sin inmutarse: en mi casa es que somos del PP, o del PSOE. Como quien es del Betis o de la Esperanza Macarena.

Mientras esto siga siendo así - mientras seamos "adscriptivamente" políticos, y no "racionalmente" políticos, nada bueno cabe esperar. Simplemente, seguiremos promoviendo la mediocridad, la corrupción y el idiotismo (del griego idiotés - algo así como "el que pasa de la política", que para los griegos era pasar de la comunidad). Y seguiremos escuchando, por aquí y por allá, estupideces tan altisonantes como la de Artur Mas, quiene concebía una posible victoria de Convergencia en las elecciones catalanas y del Barça contra el Madrid como un gozoso "doblete". Recordando, al que tenga orejas para escuchar, que la política y el fútbol se han convertido en asuntos que se deciden de forma muy parecida - a base de seguidores, en lugar de críticos.

No es de extrañar entonces que cuando al día siguiente me entrevistaran por teléfono para una encuesta sobre gestión municipal la empleada de turno se quedara varias veces encasquillada cuando le dije que mi ideología era mayormente de izquierdas (con mucha buena voluntad por mi parte sobre lo que ella interpretase como tal), pero que había votado al actual alcalde del PP. Que mis inquietudes respecto de mi municipio eran más bien sociales, pero que pensaba votarle otra vez.

Creo que si le cuento que en el pasado he votado a Felipe González, Aznar, Anguita, Zapatero y Rosa Díez directamente me cuelga.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Sobre la posibilidad, cierta y latente, de convertirse, con la edad, en un perfecto gilipollas


Como dicen los anglosajones, lets put first things first:

gilipollas adj./s. com. vulg. Se aplica a la persona que es tonta, estúpida o excesivamente lela.

Así las cosas, lo que estoy diciendo es que nuestra naturaleza nos empuja, subrepticiamente, a ser cada día un poquito más gilipollas, y que solamente un esfuerzo denodado, constante y decidido, puede aparatarnos de esa indeseablemente senda. Lo que afirmo, y además he visto muchas veces, es que la propensión a tomarnos demasiado en serio crece con los años, conforme mengua nuestra importancia real y nos aproximamos a la muerte, y que la ley del mínimo esfuerzo y el acomodamiento, normas supremas en lo que respecta al animal humano, obran el resto para que el milagro cuaje y nazca cada día un nuevo gilipollas.

Resulta tan sencillo sobreestimarse y regodearse en lo poco que uno sabe y despreciar lo muchísimo que se ignora que el movimiento natural del hombre es justo en dirección contraria al de la sabiduría - sólo sé que sé mucho de ciertas cosas (mientras, en alguna parte, Sócrates se ríe a pierna suelta). Traspasar la barrera de esta especial tontería coincide muchas veces con ese especial momento en el que uno suele llegar a su máximo nivel de incompetencia -cuando se lo promociona a uno para jefe de algo. Otras veces, simplemente, es el fruto de un millar de pequeñas vanidades, que un buen día, cuando se suman, resulta que nos han trasportado a otra fase, a otro nivel -el de la gilipollez. Y entonces resulta que nos repanchingamos, oteamos el horizonte desde nuestra planta baja que a nosotros nos parece el último piso del Empire State Building, y decidimos casi sin saberlo que ya poco saber útil nos queda por catar. Nos gustamos, damos consejos, transpiramos sabiduría por cada poro, y nos maravillamos de que, quienes nos rodean, no parezcan escucharnos y nos apliquen tan poco.

Erudicion, s. Polvillo que cae de un libro a un cráneo vacío (Ambroise Bierce)

Otras veces aparenta que tuvimos más suerte, esto es, que los otros muestran más perspicacia y saben aprovechar nuestra compañía en lo que vale. Nos rodea cada vez más gente que nos regala el oído, que muestra una razonabilidad de la que no cabe duda, porque su juicio coincide las más de las veces con el nuestro. Este fatal suceso nos reafirma en nuestra inatacable estulticia, apuntala nuestras defensas, alicata nuestras dudas, y perpetúa, cauterizando nuestras maltrechas redes neuronales, nuestra proverbial tontería.

Los cuervos devoran a los muertos y los aduladores a los vivos (Antístenes)

Y así va uno erigiendo muros que lo protejan del esfuerzo de replantearse (o meramente plantearse) lo que uno es, para qué merece la pena estar aquí, y un poco de que va toda esta vaina. Todo lo propio es bueno y lo ajeno, un amenaza. El hijo propio suspende matemáticas porque el profesor no lo entiende o porque provoca que se aburra - y el ajeno fracasa, seguramente, por un ambiente familiar desordenado. A todo lo de los demás le sobra un poco o le falta otro tanto, o falla en mucho, porque no se parece a lo que nosotros, que todo nos va bien, tenemos. La gente no es feliz porque no quiere, y el mundo, una sencilla ecuación que nosotros ya hemos desentrañado.

El hombre no conoce la maldad de su hijo ni la riqueza de su cosecha (Proverbio chino)

También se pega uno más con el tiempo al dinero, al situado, al supuesto exitoso. Hacen más gracia los que tienen más que los que se han equivocado. El gilipollas que se precie prefiere las fiestas de alfombra roja al amable felpudo del que le tiende la mano desde siempre. Nos desvivimos por esos quince minutos de gloria, por un hueco en cualquier foto, por un pedazo de paraíso de neón, aunque captemos su olor a rancio. El que se mueve, ya se sabe... Confundimos la suerte con la razón, la ostentación con el éxito y el bienestar con la felicidad.

A un hombre bueno lo creerás fácilmente, a uno poderoso con gusto (Tácito)

Y regamos todo ello con abundantes dosis de gregarismo, de conformismo, de sumisión. Hay que pagar un precio (¡vaya si lo sabemos!), pero metemos la mano trémula en los bolsillos y abonamos la cuota, que lleva por nombre rendición. A lo que dirán los vecinos, nuestro jefe, nuestro suegro, el concejal del pueblo, quién sabe quién más. "Es peligroso tener razón cuando se equivoca el gobierno", nos repetimos. Y fundamos una colonia más de ese Estado Totalitario llamado Cinismo, proclamando, como todos (¿no?) que igual da ocho que ochenta, que si no roban éstos robarán los otros, que el mundo es igual en todas partes, y que al fin y al cabo, para que engañarnos, todo es cuestión de oportunidad y nada lo es de principios.

Un cínico es una persona que sabe el precio de todas las cosas pero ignora el valor de cada una de ellas (Oscar Wilde)

Se nos olvida, en algunos casos terribles para siempre, que la vida, magistra vitae precisamente, siempre abre más caminos que clausura, al menos cuando se la experimenta como es debido, esto es, sin ínfulas, con la inocencia de un niño, cogiendo el mocho cada noche si procede para re-descubrirse humano, finito, frágil, mudable, - y a un tiempo, por qué no, sublime y único. Una experiencia que suele llegar tarde para el gilipollas muy adentrado en su senda, pero que al que sabe aprovecharla, le cambia la vida. "De vez en cuando la vida", como cantaba Serrat, nos pega un revés, se rompe el hehchizo, y entonces se nos quita la tontería acumulada durante años. La adversidad (per angusta ad augusta) instruye al gilipollas más recalcitrante, ya sea para hundirlo o para ponerlo en la casilla de salida. Esto depende ya de cada uno, de cuánto orgullo esté uno dispuesto a desprenderse para admitir que la pifió, que se ha equivocado, y que le gustaría tener otra oportunidad.


Gozad del sol, de la pagana
luz de sus fuegos,
gozad del sol, porque mañana
estaréis ciegos
(Rubén Darío)


Creo que nada señala mejor el irresistible avance de la gilipollez que la incapacidad sobrevenida para reírse de uno mismo. Hay gente que desarrolla la enfermedad desde muy temprano, pero justo es decir que las pústulas y las marcas ulcerosas suelen salir conforme se envejece, se hace dinero, se acumulan posesiones, cargos y vanos honores. Antes era el color de la toga - ahora puede ser salir en éste o aquel programa, convertirse en ministro o ser asesor de imagen de uno. Tanto da; la cuestión es que ya no se expone uno al saludable escarnio de los demás, que se reacciona agrio y a destiempo a las críticas, que se atrinchera uno, en suma, en lo poquísimo que cree saber para que nadie se lo dispute. Desaparece la risa y con ella el buen juicio, la amistad sincera, y una fuente ireemplazable de salud mental.

Evitemos la filosofía que no ríe, el saber que no hace objeciones y la grandeza que no se inclina ante los niños (Khalil Gibran)

No existen remedios infalibles contra el mal creciente de la gilipollez. Por todos lados acecha, se alía con las canas, hace buenas migas con los achaques y puede apostarse sin riesgo que se sufrirá tarde o temprano a menos que se tomen serias cartas en el asunto. Expondré el remedio que se me está aplicando: emparejarse con alguien perfectamente dispuesto a no adorarlo a uno. Alguien que te confronte, que te mueva el asiento, que te estime en lo que seas antes de en lo que crees que mereces, que te soporte cuando caigas pero que no ande arrojando pétalos fragantes a tu paso. Lo digo a sabiendas de que hay otras medicinas que pudieran valer, porque, en definitiva, me parece que la presencia de una persona que te quiera de veras, que te haga de espejo y te muestres las miserias (y, mucho menos, las virtudes), resulta más o menos imprescindible, de forma que se encuentra, en mayor o menor proporción, en todas las formulaciones.

No necesito un amigo que se cambie y asienta conmigo (pues mis sombra hace mejor esas cosas) sino que diga la verdad conmigo y me ayude a decidir (Plutarco)



P.S. Larga vida a Montaigne.



domingo, 10 de octubre de 2010

El gran Ayllón

Ya está: como la escena con la que arranca la segunda parte de 2001, Una Odisea del Espacio de Kubrick. Me he tomado mi tiempo para pensar cómo explicar a quien no le haya leído la prodigiosa escritura del filósofo, docente, escritor y también amigo José Ramón Ayllón. Eso es; justo cuando, tras la mayor elipsis de la historia del cine, ese hueso-útil-arma que asciende a los cielos para convertirse en sofisticada estación espacial abre paso a una cósmica danza de planetas, satélites y naves mecida por el vals del Danubio azul. La música de las esferas; "el cosmos que canta", que diría el clásico; una harmonia que sosiega y reconforta. Todo aquel que alguna vez se plantó delante de un folio en blanco sabrá apreciar en su justa medida el prodigio, aún más cuando de lo que se trata es de hacer filosofía. Algo que consigue precisamente con la elegancia que él encuentra en los franceses -esa que su proverbial humildad nunca le dejará atribuirse.

La obra de José Ramón es importante en la medida en que confirma que la filosofía es algo que se hace, no meramente algo que se estudia. Esto es: él pertenece a la estirpe de los divulgadores, la que a un servidor le interesa cuando elige pasar un rato leyendo o escuchando. La sophia que a mí me excita es la que apunta a la sabiduría, la que se atreve con la felicidad, la muerte, la conducta ética o el amor. Por eso me lo he leído casi enterito, y por eso no puedo dejar de recomendarlo a quienes les vayan las mismas cosas. Dicho sea con todo el sarcasmo del mundo y me explico. Hace algún tiempo un buen amigo mío confesaba no haber leído jamás un libro de filosofía al tiempo que se (me) preguntaba por qué debía animarse a hacerlo. Yo le respondí que si era feliz, estaba seguro de actuar correctamente en todo los casos, tenía perfectamente claro el papel de los demás (pareja, amigos, hijos, los otros) en su vida, estaba preparado para encarar la adversidad y además conocía las claves que le permitirían seguir en parecida situación en el futuro, pues no, en efecto, no necesitaba para nada a la filosofía.
Pero por encima de todo -que me corrija si me equivoco-, José Ramón es un gladiador de la educación. Y lo digo "bélicamente" sin percepción alguna de estar exagerando. Ahí fuera, en las aulas de los colegios e institutos de este país -puede que algo más que en otros-, se está librando una cruenta batalla. Es la guerra de la sociedad del mañana; allá se están fraguando las futuras empresas y las futuras huelgas generales, la futura democracia o las futuras tiranías, la futura felicidad, la posibilidad del misma del estado de bienestar o de alguna variante aún más benigna. Los números dicen que estamos perdiendo, pero gente como José Ramón sigue peleando, y creo que le admiro más por eso que por sus libros. Y por cierto que espero, más pronto que tarde, poder combatir a su lado.

Conocí a José Ramón a través de una profunda desavenencia a propósito de un artículo suyo en Alfa y Omega sobre la teoría de la evolución. Él fue lo suficientemente amable -y gallardo- como para contestar, para dialogar conmigo, para poner a combatir sus argumentos contra los míos. Y de hecho, en estos tres años que pasaron desde entonces, a menudo discrepamos sobre esto y aquello, de forma que a primera vista pudiera parecer que nuestros principios difieren en casi todo. Nada más lejos de la realidad: es sólo que en filosofía sólo se incide en aquello sobre lo que se discrepa. Está explícitamente prohibido hacerse palmas al compás, pues tal cosa no enriquece, no amplía el horizonte. Me juego mi inexistente plan de pensiones a que nuestras respectivas maneras de deambular por el mundo se parecen muchísimo aunque se asienten en creencias tan diametralmente distantes. Yo se lo resumo con palabras de Marina: tenemos los mismos enemigos (la miseria, la vulgaridad, el egoísmo, ...), Joserra, pero amigos diferentes. Y además tampoco tan diferentes.

Ya que estamos con Marina, me voy a permitir otro símil, éste pelín más subversivo, que espero a él no le chirríe, para que entiendan lo que yo creo que significa "el toque Ayllón" en el panorama de la divulgación filosófica patria. Por un lado tenemos a los tres tenores -los que acaparan portadas y grandes tiradas. Fernando Savater, José Antonio Marina y Javier Sádaba, que vienen a ser, respectivamente, Pavarotti, Domingo y Carreras. Los tres son grandes y a los tres recomiendo también leer, y a todos ellos debo mucho de mi propia visión del mundo. Pero luego, cosa aparte, está (ay, estaba) Alfredo Krauss. Clase y sensibilidad - singularidad y canto vivo, muy vivo. Pues José Ramón Ayllón viene a ser el Alfredo Kraus de la philosophía.

¿Con qué pueden atreverse los que se animen a leerle? Con cualquier cosa. Tiene una veintena de libros publicados, y cada página suya merece ser leída tanto por continente como por contenido. Para empezar, su obra es un canto a la anti-trivialidad. Cada párrafo te hace pensar, replantear lo que conoces y crees. Para seguir, ha compuesto una especie de pórtico, de marco genérico para todo aquel que al que inquiete el arte de vivir.
Para el neófito, sus libros de texto sobre historia de la filosofía o ética para la ciudadanía (la de espadas que habremos cruzado con eso...) son un reconfortante aperitivo. Para todos, su excepcional Desfile de modelos, o la Ética razonada o su antropológico En torno al hombre. Mi favorito es sin duda Tal vez soñar, porque con él logra el maridaje de la mejor filosofía con la literatura más excelsa. El milagro de hacer alta cocina apta para toda clase de paladares. Al que quiera un viaje introductorio, apretado, le invito a leer ¿Es la filosofía un cuento chino?, tan fresca y tan clarividente a la vez. Y para el que quiera pillar a José Ramón en su vis lírica, en uno de sus arranques de sensible creatividad, vale cualquiera de sus intimistas novelas -por ejemplo Otoño azul.

Hace unas semanas tuvimos la ocasión de conocernos in person en una visita que pagó a nuestra ciudad. Fue una constatación, tras muchas cartas cruzadas, de que la erudición no tiene por qué estar reñida con la afectuosidad, la cercanía y el sentido del humor (¿ no es más bien al contrario?). Compartimos un refresco, tocamos fugazmente -¡él me debe más tiempo para la próxima vez y lo sabe!- los temas que nos avientan, y creo que nos pusimos de acuerdo en que en esta sociedad especialmente huérfana de filosofía habría que hacer que ésta cantara, bailara, y lo que haga falta para que puede llegar al más amplio público posible. Una filosofía que ría -que se ría de sí misma, de paso-, que demuestre todo lo excitante que puede ser, que vuelva por sus fueros, que se centre en el hombre.
Se cumplió, en suma, lo que adelantó Goethe -que no conoces a un amigo hasta que te escribes con él. Puesto que nosotros habíamos adelantado ese camino previo, fue como si nos conociéramos de toda la vida. Tan sólo añadí el hecho de corporeizar toda la calidez y profunda humanidad que este burgalés austero, sereno y genuino ya había dejado traslucir en su paciente correspondencia.

Y, que quieren que les diga. Que Pavarotti te pone los pelos como escarpias con cualquiera de sus Nessun Dorma; que Domingo llega a una nota imposible con la Celeste Aida que canta bajo la batuta de Giulini; y que la voz argéntea y quebradiza de Carreras se le clava a uno en el esternón cuando, flaqueando, aquel le dice a su compadre Marcello aquello de Mimì é tanto mallata....
Pero que uno no puede menos que rendirse a la Furtiva lacrima que el maestro Krauss derramaba de cuando en cuando. Más aún en tanto que Krauss era, por encima de cantante, maestro de cantantes, y que nos dejó como herencia a un buen puñado de buenos artistas como muestra de su generosidad.

Así es que, maestro, Joserra, que sigas cantando en las librerías, en la universidad, en el instituto, o dende sea. Por aquí te seguiremos escuchando, al tiempo que te arranco, entre polémica y polémica, alguna que otra lección.

sábado, 2 de octubre de 2010

Olor a dignidad


Jornada importante, de las que no se olvidan, la que montó la honorable Fundación Adecco mano con mano con Brenntag el pasado martes. Fue mucho más que un rato agradable entre amigos y gente buena (en el buen sentido de la palabra, que diría Machado). Con el deporte adaptado como excusa, se tendieron puentes, se estrecharon lazos, se educó a los más pequeños y a sus mayores.
El deporte es competir y compartir -dos capacidades básicas en la vida. Por eso su presencia tendría que ser aumentada en los colegios, y por eso no debería abandonarnos en nuestra vida laboral. Siempre se compite contra uno mismo: el rival nos ofrece la preciosa oportunidad de mejorarnos. Y el juego tiene sentido sólo en la medida en que se comparte con los demás. Si no sabes competir y compartir es muy posible que te vaya mal en la vida -y es seguro que te irás de este mundo como un perfecto idiota. Lo que ocurre es que esta clase de lecciones mal se aprenden en los libros, y con suma facilidad, para el que lo estima oportuno, en la convivencia.

No voy a ser tan presuntuoso como para pretender que sé cómo se sienten mis hermanos de Mater et Magistra, o cuánto sufre un invidente en su devenir diario, por el hecho de haber pasado siete horas con aquellos o haberme puesto unas gafas oscuras y empuñado un bastón. Ni antes ni después - no puedo saber cómo es ser discapacitado. Toda la empatía de la que soy capaz sólo me da para atisbarlo. Pero sí que barrunto lo que no les hace maldita la gracia; les propongo un personal ejemplo deportivo, ya que estamos.

Nosecuantos de marzo de 1987. Liga interna del Insituto Herrera, disciplina: baloncesto. Somos un grupo variopinto de 8 pollos de muy distinto plumaje - voluntariosos, desparejados, bastante poco hábiles, pero orgullosos de conformar un equipo. Enfrente, 8 mostrencos de atléticas maneras, un grupo de alumnos que entrena día sí día también en uno de esos clubes privados sevillanos de postín. Una máquina baloncestística bien engrasada, para que nos entendamos. Ellos deciden hacer, el partido completo, presión en toda la cancha; nosotros perdemos unos cuarenta balones; ellos nos regalan una galería completa de triples, pases por la espalda y mates; nosotros perdemos por 212 a 44 (no, no es un error tipográfico). Pero lo que viene al caso ocurre a mediados de la primera parte: he metido un par de triples (in-your-face), estoy calentito, y entonces se me ocurre que, qué diablos, ahora voy a presionar yo. Así es que me planto delante del musculitos de turno para impedirle que saque de fondo, y a él, tan perispuesto y entrenado, resulta que la cosa le hace mucha gracia. Así es que finge que se equivoca y prácticamente me entrega el balón en las manos, sonriendo. Yo tomo la bola, muy serio, le miro un segundo a los ojos, y se la tiro con rabia al pecho, al tiempo que le advierto: saca lo mejor que sepas, y no me toques las narices.

Aquel día estuve a un pelo de que me las reventaran (las narices, digo), pero me hubiera dado igual. Salvo en el caso de que seas un malnacido, no hay sitio para la lástima en una cancha de baloncesto. Tampoco debería haberla en el ámbito de las empresas o de las instituciones públicas. Y aunque no sea muy elegante presionar a toda cancha a una panda de pardillos cuanto tú vas para émulo de Michael Jordan, hasta eso es mejor que escenificar la bajeza de sentir pena por quien, lo creas o no, marcará sus canastas durante el partido. Perderá, sí; no tendrá, quizás, tu BMW de 80.000 euros, ni tu engolada tarjeta de empresa, ni tus preciosos hijos de diseño, ni tus vacaciones en yate, pero perderá como un ser humano, peleando.

Séneca, tan brillante, tan suyo, y según algunos, tan deshonesto, le puso no obstante las palabras más hermosas a esto que cuento, y de hecho me acordé de ellas en algún que otro lance de la jornada:

"Aunque otros ocupen los primeros puestos y a ti la suerte te haya colocado en la reserva, milita desde allí con tu voz, tus arengas, tu ejemplo, tu espíritu: incluso, cuando le han cortado las manos, encuentra en la batalla qué aportar a su partido el que, a pesar de todo, se mantiene en pie y ayuda con gritos"

En tiempos de gran desorientación laboral -y de muchas otras clases- como las que vivimos, acaso no sea mala idea escuchar lo que gente como Paco -gran pelotero- o Jose -generoso compañero- de la asociación Mater et Magistra nos está gritando: que aunque, como dijera el filósofo cordobés, la fortuna les haya cortado las manos, ellos no van a dejar de luchar, de hacer sociedad, y de pedir que les pasen la bola de vez en cuando para aportar lo mucho que llevan dentro. Aún se pueden hacer muchas cosas sin manos, siempre que haya voluntad al otro lado de esta ignominiosa -y casi siempre invisible- pared que hemos levantado entre "capacitados" y "discapacitados".

Cuando llegué a casa, tras la jornada, noté una sensación extraña adherida al cuerpo. Un perfume embriagador que me hacía sentir bien, lleno. Era el perfume de la dignidad que trajeron las personas de Mater et Magistra, los monitores, mi amigo Jose de Adecco. Una fragancia que mis hijos, como los de los demás, no percibieron, porque andan impregnados en ella desde que nacieron. Somos los adultos los que a menudo extraviamos el aroma conforme envejecemos, y por eso se agradece tanto que nos lo recuerden, siquiera de cuando en cuando.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Por qué NO voy a hacer huelga el próximo miércoles

La estupenda entrada de mi amiga Lu, al respecto de la huelga del 29, me ha convencido para participar en el debate. Yo no ejerceré mi derecho a la huelga, y la razón es que, puesto que no creo que se esté cometiendo injusticia alguna con las medidas aprobadas por el gobierno, no veo el motivo de echarme a la calle.
¿Hay recorte de derechos? Seguro. Aunque a estas alturas de la película me cuesta más, como a todos, distinguir derechos de privilegios, y aún más de intereses. Es por ello que me apetece explicarme, porque "la gran putada" (Toxo dixit) que aparentemente nos han hecho parece reclamar una respuesta contundente de los trabajadores, unidos y jamás vencidos, etc.
A continuación relato, para el que le interese, porque me parece que lo que se nos viene encima nos lo hemos ganado a pulso, razón por la cual no piensa mover un dedo para evitarlo en aproximadamente cuatro días.

A) Desde hace tres años a esta parte multitud de autónomos han perdido su trabajo, y casi todos los días una PYME ha cerrado sus puertas. En ese mismo periodo, ningún sindicato ha movido un dedo contra el gobierno - más bien todo lo contrario. En cuanto al resto, le ha importado más bien un huevo de pato. ¿Saben cuantos días por año trabajado cobra un autónomo que se va a la calle? Efectivamente: cero. Pero claro: un autónomo es un autoempleado, ergo un explotador en potencia (podría contratar a alguien). ¡Y qué decir del millón -ya, ay, menos- de PYMES de este país! Son explotadores no en potencia, sino en acto. Mientras todos ellos caminaban hacia las cámaras de gas del desempleo, los trabajadores del pueblo, todos nosotros, hemos tenido a bien mirar hacia otro lado. Lo cual me recuerda las tan salmodiadas desde la izquierda palabras de Bertolt Brecht: "Primero fueron a por los gitanos, pero yo no hice nada, porque no era uno de ellos. Luego...". Luego es ahora, claro.

B) Un país en el que el empresario parte de una presunción de delincuencia es un país condenado al abismo. Con las adecuadas dosis de ignorancia, adocenamiento y cobardía, se convierte en..., bueno en España. Sí señores: este es el país donde se retransmitieron partidos de fútbol en abierto porque un gobierno declaró que visionar balompié era un asunto de interés general - lo más parecido a un derecho inalienable. Este es el país en el que la princesa del pueblo se llama Belén Esteban. Este es el país con las tasas de fracaso escolar más paupérrimas del viejo continente. Este es un país donde hemos criticado tanto a nuestros patronos, donde hemos injuriado tanto a nuestro trabajo que ahora observamos patidifusos el poco interés que la chavalería tiene por ponerse a currar. Este es el país donde 10 de cada 10 escolares sabe quien es Cristiano Ronaldo - donde ninguno conoce quién puñetas en Amancio Ortega. Al fin y al cabo, Amancio Ortega es un explotador (si es millonario, ha de serlo por partida triple). Este esl país, en fin, donde 2 de cada 3 universitarios (la supuesta élite intelectual, la sal de nuestra tierra) quiere ser funcionario. Cómo será la cosa que una palabra crucial en la economía moderna, que en inglés se dice entrepreneurship, ni siquiera tiene traducción al castellano.

C) Porque nosotros, naturalmente, no vivimos para trabajar, sino que trabajamos para vivir. Dios santo, cómo detesto esa frase. Si hubiera cobrado un euro por cada vez que la he oído, ahora ya no tendría que trabajar - no tendría que soportar esa condena. Porque yo soy español, sé vivir, no soy como esos sucios chinos que descansan en su tienda sobre un catre, comen trabajando y no paran ni para mear. Que oye, tienen unos productos cojonudos que compro siempre que puedo, pues no veas que baratos son. Jodidos chinos: alguien tendrá que convencerles de que lo dejen, alguien tendrá que infectarlos con nuestro consumismo, nuestros derechos fundamentales al Canal+ y todo lo demás para que nos den un respiro.

D) Dejen que les diga algo de los chinos: nos van a barrer. Y no porque conculquen las normas laborales de la OCDE -que no digo que no lo hagan, sino que seguro que dejarán de hacerlo. No: nos van a barrer porque los chinos no se hacen pajas mentales sobre vivir trabajar o trabajar para vivir ("chel o no chel echa es la cuestión"). Ellos profesan filosofías de vida como el taoísmo o el confucianismo, que les dicen que la cosa no es lo uno ni lo otro, sino trabajar viviendo (o vivir trabajando, que es lo mismo). Y nosotros simplemente no nos hemos enterado de que mientras sigamos con un discurso de ellos (los empresarios) y nosotros (los trabajadores) no vamos a ninguna parte. Si encima "trabajadores" significa empleados por cuenta ajena dependientes de una entidad que no sea el Estado (puesto que nos ha importado una mierda cuanto aconteciera a pequeños empresarios, autónomos y funcionarios), pues no sólo andaremos descaminados, sino que también haremos el ridículo.

E) Un inciso, por si alguno se despista, sobre mi punto de vista (odio el término "ideología") político y ético: creo que a don Carlos Marx y los que le siguieron y antecedieron deberíamos hacerles una estatua en la plaza mayor de cada pueblo. Ellos lucharon en un mundo en el que los niños trabajaban 14 horas en las fábricas, donde algunos morían con tornillos en las manos, donde la seguridad social era una quimera. les debemos buena parte del mundo del que disfrutamos. Y no estoy dispuesto a renunciar a ningún derecho fundamental por el que ellos se hayan partido la cara. Pero el número de días de despido no es un derecho fundamental. De hecho, España triplica el de algunas de los países socialmente más avanzados de occidente. Concluyendo: admiro lo que el marxismo y la lucha social ha conseguido en el mundo civilizado... al tiempo que recuerdo que ya no estamos en ese mundo.

F) Se me ocurre que hay que recordar que la productividad española está entre las más bajas de la UE. Se me ocurre también, que eso se debe fundamentalmente a todo lo dicho antes - a nuestra manera de considerar al empresario, a nuestra desidia, a nuestro abotargamiento mental y moral. Porque, al fin y al cabo, aquí tenemos los mismos ordenadores y máquinas que en Alemania. Si además nuestras diminutas empresas (son esas las que sufren, no las grandes multinacionales que los sindicatos nos hacen visualizar, torticeramente) caen como moscas... ¿acaso no será una buena idea reducir sus costes? No una idea que nos guste a los empleados, claro que no. Pero quizás una idea necesaria. De hecho, barrunto que si un gobierno tan populista como el actual ha sido capaz de tirarse a esta piscina, muy mal lo ha tenido que ver. Y bien mal que está. Y aquí, viene bien recordarlo, ha participado de la infausta orgía de la construcción (de las entradas a las promociones y la venta antes de escriturar, del dinero negro, etc.) todo hijo de vecino -proletarios, sindicalistas (esos sucios cursos...), todos. Nos hemos dado la vida padre y nos hemos autoconvencido de que la vida era esto, no hacer cosas, emprender cosas de veras.

G) A eso que se llama el Sistema Económico Mundial le traen absolutamente sin cuidado nuestras quejas. Así es que se trata de renovarse o morir. Y sólo se me ocurre una solución: dejar de afrontar el problema económico que arrastramos como un ellos contra nosotros. Retomar el respeto por el trabajo, y la ilusión por hacer cosas. Rehabilitar la figura del empresario, sin dejar de controlar sus desmanes (como los de los empleados desleales y parasitarios). Y lo más difícil y perentorio: cambiar esta maliciosa cultura del subsidio y la sospecha del dinero desde las escuelas. De paso, toca obligar legislativamenet a los bancos a que arriesguen su dinero prestando en proyectos. Nótese que no he dicho "incentivar fiscalmente", sino "penalizar duramente" a los que se guarden sus dineros para los avalados y lso presidentes de megaclubes. Díganme si eso no es de izquierda que te pasas. Por las buenas o por las malas, tenemos que hacer de esste país una tierra de valientes, como lo fue en su día. Si no es de la mano de la innovación, si no apostamos por hacer cosas distintas y comercializarlas con desparpajo, no tenemos posibilidad alguna frenta a más de dos mil millones de chinos-indios-brasileños. En otros países hace tiempo que se dieron cuenta.

Termino el ladrillo. Hace unos años se recosntruyó una trirreme griega - uno de esos barquitos con la que los atenienses y los corintios, principalmente, les dieron para el pelo a los persas en Salamina, por ejemplo. Cuando se subieron 200 pollos a la nave e intentaron ponerse de acuerdo para navegar, les resultó imposible. Ni con megáfonos pudieron -los gritos no servían. Entonces, lo descubrieron. Aquellos griegos de hace dos mil quinientos años se ponían de acuerdo par surcar la mar canturreando ciertas tonadas. Canturreando.

Mientras que se siga tratando de pegar berridos, que no cuenten conmigo. Ni el 29 ni otro día. Yo me quedaré trabajando. Cuando nos decidamos a cantar, yo seré uno de los que más fuerte entonen la tonada.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Están locos, estos romanos



- Buenos días.
- Buenos días.
- Estoy buscando algo. Un nuevo producto, algo distinto. No sé si lo tiene usted en su tienda.
- Descríbamelo y veremos qué se puede hacer.
- Bueno, básicamente, busco una especie de masa compacta de algunas hojas secas, alguna droga y papel.
- ¿Disculpe?
- ¡Ah! También deberá tener productos químicos. Un montón. Tres, cuatro mil, más o menos.
- Debe estar bromeando.
- ¡Sí, sí! Amoniaco, metano, butano, cianuro y cosas así.
- ¿Cianuro? ¿Se ha vuelto loco?
- No estoy loco en absoluto. Se me ocurre que podría ser una mezcla atractiva. Al quemarlo, producirá unas volutas de humo sumamente excitantes.
- ¿Y que hará con él? ¿Portarlo como una antorcha?
- En absoluto. Lo chuparé por uno de los extremos.
- ¿Por qué haría nadie tal cosa?
- No lo sé, se me ocurrió que quedaría muy sexy entre mis dedos, entre mis labios. Situaciones así, complejas. Sexy.
- ¿Huele bien?
- Probablemente apeste.
- ¿Es limpio?
- Probablemente ensucie.
- ¿Les gustará acaso a los demás?
- Probablemente les moleste.
- Es inaudito. Pero, ya que estamos: ¿en qué droga había pensado?
- ¿Qué tal la nicotina?
- Bueno, es un estimulante, ciertamente. Pero el hecho de que se emplee como veneno y como insecticida me causa cierta inquietud por usted…
- No se preocupe, sé lo que me hago. La nicotina libera dopamina, activa el sistema nervioso simpático, excita el centro cerebral del placer y…
- … y dejará de hacerlo en el momento en que usted se habitúe a su dosis.
- Aumentaré la dosis.
- ¿Hasta dónde?
- Hasta donde pueda, por supuesto.
- Menuda estupidez: hay millones de cosas capaces de hacer liberar naturalmente la dopamina en el cerebro. El chocolate, sin ir más lejos, que está mucho más bueno.
- Sí, pero el chocolate engorda.
- No necesariamente -el cacao, que es el que contiene el principio activo, apenas...
- ¡Ya, pero yo lograré adelgazar con este producto que le digo!
- ¿Cómo?
- Bueno, es posible que la sopa química que inhale y chupe me quite el hambre, ¿no cree?
- Pudiera ser.
- Y luego está el hecho de que apesta y atora mi sentido del gusto y el olfato. Es posible que pierda el interés por la comida ¿no le parece?
- Ya. Pero quien querría renunciar a...
- Usted déjeme a mí, que yo me entiendo.
- Bueno, pues he de decirle que no creo que a nadie le interese tomar algo así. No, desde luego, ese producto no lo tenemos.
- ¡Pero si aún no he terminado mi descripción!
- ¿Aún hay más?
- Mucho más. Quisiera que le hiciera una serie de cosas a mi cuerpo.
- Usted empieza a preocuparme. ¿Cosas? ¿Qué cosas?
- No sé: que disminuyera mi capacidad respiratoria; que dañase los vasos sanguíneos; que me causara úlceras; eventualmente, que me causara infertilidad o impotencia. Cosas así.
- Usted ha perdido completamente la cabeza. Oiga…
- ¡Ah sí, lo olvidaba! ¿Podría producirme además cáncer? Es un capricho de última hora.
- ¡Deténgase señor! ¡Hasta aquí hemos llegado! Viene usted a mi tienda y me pide que le busque, que le fabrique, que le venda una amalgama maloliente y sucia de productos químicos y droga absolutamente prescindibles, que además perjudiquen seriamente la salud y eventualmente le maten. ¿No ha pensado que me podrían meter en cárcel por hacer algo así? El Estado condena a quien vende una fruta en mal estado, que apenas causa una diarrea. ¿Cree que no me van a empapelar por este intento de asesinato ejecutado a la luz del día?
- ¡Qué va, será absolutamente legal!
- ¡Pero aún así, reflexione, alma de cántaro! ¿Por qué iba yo a darle a usted algo así? ¿Qué salgo ganando, aparte de cargo de conciencia?
- ¡Le pagaré!
- No. Nadie haría algo así. Nadie…
- ¡Le aseguro que le pagaré, mucho dinero!
- Sólo por calibrar su grado de locura ¿de cuánto estamos hablando!
- NVerdaderamente, usted no deja de sorprenderme. Le contamino, lo ensucio, lo convierto en pestilente, lo enveneno, y eventualmente lo mato, ¿y usted me paga a cambio entre 50.000 y 100.000 € durante su vida, lo que mucha gente no gasta en irse de vacaciones durante toda su existencia?
- ¡Así es!
- Y, de una vez por todas, ¿por qué habría usted de hacer algo así?
- ¡PORQUE ES ADICTIVO! ¿Olvidé comentarle ese detalle, que también deseo que sea adictivo?

Realmente:
http://www.youtube.com/watch?v=yTvfVCgBPUs

PD Con mucho cariño para mi padre y para mi amigo Felipe, que lo están dejando, y para mis hermanos, que espero que un día lo hagan. Y para el reto de mis amigos que aún se engañan, para que se decidan.

sábado, 24 de julio de 2010

Hasta la vuelta


Bueno, pues toca un hasta luego. Toca una de convencional veraneo, una nueva batalla contra el sol y la pertinaz arena, recibiendo el embate de las olas de la mano de mis criaturas, leyendo como un poseso, remoloneando con mi santa e ignorando el móvil, el portatil y demás condenas. Algo del todo convencional y maravilloso.
Nos veremos para septiempre, pero déjenme que aproveche para decirle, a quien se asome por aquí, que hasta ahora me ha encontado esto de escribir compartiendo. Tras décadas de escritura onanista, y a mi que cada vez me va menos hacer nada en solitario (dije nada), hay que decir que la experiencia me ha encantado, y que, por consiguiente (como diría el otro), volveré a darles la murga a la altura de septiembre.

Me voy a despedir con un chiste epistemológico. Así, con un par. Es apenas un retazo, pero resulat del todo revelador en cuanto hace a la teoría del conocimiento:

Tres mujeres se preparan en los vestuarios de un club de postín para jugar su partido de pádel semanal. En estas aparece un hombre completmente desnudo, con una toalla envuelta a la cabeza que le oculta el rostro.
La primera entorna los ojos para escrutarle el pene y dice: "No es mi marido"
La segunda comenta: "No, desde luego que no lo es"
La tercera apostilla: "Ni siquiera es miembro de este club"

Ciao!

domingo, 18 de julio de 2010

Espíritu Plantinar

Hace un par de años, me lo propuso un buen amigo, Andrés. Hablámamos de baloncesto, del gusto por este deporte y en general por ejercitar el cuerpo, por mantenerse activo, entre tantas horas ensillonados, o frente a un ordenador, o vagando por los aeropuertos. Y en uno de estos que en el que coincidimos, tras hablarlo, me decidí a probar.
Lo que yo no esperaba era todo lo demás- yo al menos tenía todo eso en mí dormido, atrofiado. Lo que acompaña a participar en un equipo con personas buenas, sanas, caballerosas (¿aún se dice así?), y rebosantes de vida. Con la competitividad, en el mejor sentido, por bandera: con el espíritu de superarse a sí mismos (sólo se compite contra uno mismo), con la imprescindible rebeldía que le dice al propio cuerpo, compadre, aún no te toca pararte y esponjar y tal. Aún te queda trecho que correr, cabronazo, antes d emeterte en la caja. O qué te creías.

Pero lo que estos señores hacían cada martes y ahora me dejan hacer con ellos va mucho más allá de lanzar una pelota contra un aro metálico, pegarse unas carreritas y sudar un rato. Va mucho más allá de fustigar uun tanto el cuerpo para qyue no se acomode y se pudra, que también. Tal y como nosotros lo vemos, el deporte es una actitud, y el baloncesto una clase de actitud aún más especial que entraña toda una serie de beneficios adicionales cuando se lo practica en equipo, o sea, como Dios manda. En plan ba-lon-ces-to, que diría Pepu. Lo que nosotros hacemos es compartir; poner a prueba la maquinaria para ver de lo que es capaz; ejercitar la generosidad, (para que tampoco se enmohezca); hacer gala de eso que se llama compañerismo (y que va mucho más allá de cubrir la espaldas a los compañeros de trabajo); intentar cosas aunque no siempre nos salgan; buscar, en definitiva, la excelencia -que no es otra cosa que intentar hacerlo mejor cada vez.
Poco importa que un día no tu entre una puñetera canasta, y menos aún que al día siguiente las metas todas. Intentar ser el MVP es una horterada -que tus compañeros te asignen el trofeo porque te has dejado la piel y has dado siempre la cara, un honor. Saber dar un cambio, producir una asistencia mejor que un canastón y animar al que tiene un mal día es la marca del buen baloncestista. Eso es lo que enseña y recuerda el Espíritu Plantinar -y por eso es una escuela de liderazgo.
También es cuestión de perspectiva -de ver toda la cancha, de saber reírse y sufrir (sobre todo cuando el calor aprieta); de apretar los dientes para recuperar en defensa y así paliar un error propio o ajeno. De saltar todo lo que puedas aunque el contrincante sea más alto, más joven, más fuerte (y qué coño, más guapo). Igualmente se trata de respetar al adversario precisamente dando todo lo que uno tiene dentro, sin dejarte nada. Hay que ganar de cuarenta si se puede porque eso es respetar al adversario; bajar los brazos, dejarle, es como escupirle a la cara. Y si hay que romperse el tobillo (caso de Andrés o el Gran Chaza), la rodilla (enorme JR), las costillas (el querido Jose) o lo que sea, claro, uno se lo rompe, para que después se cure y te puedas tentar la ropa e intentarlo de nuevo. En eso consiste sentirse vivo, activo, dispuesto a luchar. De hacer cosas con otras personas que merecen, y mucho, la pena.

Todas estas cosas constituyen un nutriente de primera para el resto de aspectos de mi vida, como ya les dije en una ocasión a ellos. Estoy mejor en mi casa, mejor con mis hijos, mejor en el trabajo, aprecio más la amistad, la familia, y en fin vivir. No exagero; me alimenta.
No sé me ocurre qué cosa podría yo hacer cada martes a las 9 mejor que esto. No es por el sudor, por lo divertido que es el juego (vaya si lo es), por lucir una curva menos pronunciada en la playa, ni por producir adrenalina. Todo eso está muy bien, pero es el Espíritu Plantinar que describo, el que han parido Miguelón, Miguel Ángel, Isidoro, Mariano, Antonio, Luismi, Carmelo, Raúl, el Chico-Jordan, David Naranjo, el señor Arrébola, el señor Ternero y en fin y sin pretender mencionarlos a todos, lo que esta panda estupenda de hombres hechos y derechos han creado, lo que me hace acudir cada noche de martes al mismo lugar.

¿Cómo me siento al respecto? Trataré de describirlo haciendo un ejercicio de nostalgia. Recuerdo cuando, con 14 tacos, me paseaba tras jugar con mis amigos con mi balón debajo del brazo y mi metro sententa raspado (igual seguimos) por las canchas del barrio para ver si podía seguir jugando con los mayores. De vez en cuando, pasaba: me señalaban amistosamente con el dedo desde la cancha, y me decían, venga chaval, juega con nosotros.

Una maravillosa sensación que ahora repito una vez por semana gracias a que estos truhanes, por la que les doy las gracias.
Me dejan jugar con ellos, y eso es muy grande.

jueves, 8 de julio de 2010

Contra Cupido

Las vueltas que da la vida, querubín. Para nosotros los occidentales viniste al mundo en Grecia, si es que es posible señalar un punto en el que nacen los mitos, así, de una vez. Allá te trataron a cuerpo de rey, aunque sospecho que no te tomaban muy en serio. Entonces te llamabas Eros, y hasta Sócrates, Alcibíades y Fedro se peleaban por definirte con tino. De todas formas, la partida de nacimiento donde pone "Cupido, dios del amor erótico y de la belleza" te la dieron en Roma, según reza el libro de familia de tus progenitores. Venus y Mercurio, menudos padres; cualquiera te echa la culpa de tus desmanes. Hoy todos los psicólogos te eximirían de tus fechorías -"un hogar desestructurado", dirían. Y tendrían razón.

Pero lo que hoy toca no es precisamente un panegírico de tus virtudes y de los placeres que has ofrecido desde que el mundo es mundo. Todo lo contrario: hoy estoy contra ti, en plan denuncia. Voy a ver si te arranco la poca ropa que te queda para demostrar que, necesario como eres, cuando te extralimitas te pones cargante y arruinas la cosa del amor. Que a mi me importa bastante, para qué negarlo. Voy a contarle al que quiera escucharlo que debajo de esas carnes tan rosadas y mulliditas y esos rubios ricitos ensortijados se esconden el corazón de un tirano y el número de la bestia. Y voy a proponer que se te de boleto sin prisa pero sin pausa tan pronto hayas cumplido con tu cometido. Que te cuesta darte el piro cuando ya sobras, majo.

Me parece que una de las cosas más importantes que procede aprender en la vida es la diferencia entre el enamoramiento y el amor. De hecho, los responsables de marketing del mundo entero y los pavos y pavas que componen baladas lo tienen muy claro - el enamoramiento es chachi, y el amor, un soberano coñazo. Solo que nos confunden ladinamente llamándo al primero amor. La cosa que se canta y se exalta, esa con la que se venden perfumes y rosas y bolsos de diseñadoras con nombre de portera (léase la Puri García), remite no obstante más que nada a la vieja queja de Groucho, planteada en forma de pregunta:

"¿Por qué lo llaman amor si quieren decir sexo?"


Porque es un hecho ya científicamente contrastado que el enamoramiento es cosa de hormonas, fluidos y poco más. A nuestra generación le ha sido concedido el dudoso privilegio de descubrir que Cupido no es una angelito, sino un pastillero. Un peligroso camello con piel de cordero. El que mejor (más fascinante) lo explicaba era el infatuado Al Pacino, el terrorífico y a la vez ultra-atractivo Pacino/Satán del "Abogado del diablo": bioquímicamente, el enamoramiento no es distinto de pegarse un atracón de chocolate. Pura química, tío.

Así las cosas, me parece asunto lamentable celebrarle al terrorista este de las emociones cada 14 de febrero. Este tipo con cara de ángel va por ahí haciendo estragos, y después de clavar la flecha va y se pega el bote y deja a muchos echos unos zorros. Quiebra amores que funcionan, aunque sufran tensiones (no hay amor sin crisis), confunde al personal en bárbara proporción conforme lindan la cuarentena, y nos hace decir cosas estúpidas como "chati", "cuchi-cuchi" o epítetos aún peores. Por si fuera poco, es el GRAN PATROCINADOR MUNDIAL DE LA MENTIRA.

Lamentablemente, no hemos inventado una manera mejor de crear uniones satisfactorias. Llevamos la biología por castigo, y unmillón de años de homínida evolución no pasa en balde. Pero no nos escudemos siempre detrás de las celulitas -la próxima vez que Cupido te juegue una mala pasada, después de dejarte quere un poco si te place, y después, corazón en mente, mándale a freír espárragos si un amor de veras, generoso y maduro, te espera.

viernes, 2 de julio de 2010

Con ustedes, el improbable Padraig Hyland

Pues bueno, me he quedado colgado con este tipo. Por chulo, divertido y directo. Un comunicador nato y un sujeto sin complejos; alguien a quien 9 de cada 10 de mis compatriotas calificaría de un fantoche y un cara -equivocadamente según creo. Lo encontré en una de mis pesquisas de materiales para la última extravagancia que monto para innovación, y ahora me lo administro de a pocos, de cuando en cuando, para disfrutarlo más.

Este inverosímil ser que responde al -¿impronunciable?- nombre de Padraig se define como humorista, coach y comunicador. Tiene una web muy interesante, y se dedica a dar cursos sospecho que mayormente por su Gran Bretaña natal. Por aquí barrunto que nunca lo veremos, porque nosotros, para los asuntos de la empresa, el liderago y la estrategia preferimos a tipos sesudos, a ser posible que hayan estado en algún ministerio, convenientemente encorbatados y parapetados de tras de una mesa de conferenciante. Por no recordar que nuestro nivel de inglés es... ya saben.

Tiene una serie estupenda, con el delirante nombre de Ninja Leadership Deadly Academy en una web que se llama Meet the boss TV, que tiene un montón de videos formativos sencillos y muy interesantes. Mis favoritos: el relativo a las reglas del buen orador y otro sobre desarrollo personal. Pero los 18 merecen la pena. Te ofrecen una versión editada de 1 minuto y si te das de alta -dfácil y gratuito- tienes acceso al contenido completo, de unos 5.

Arte a raudales, ideas pocas, importantes y muy claras, .... aunque a lo mejor ustedes prefieren tragarse las 500 páginas del profesor universitario ibérico de turno, claro.

Que ni en su familia le leen, oigan.

sábado, 19 de junio de 2010

Conversaciones en la cumbre (1)

Bueno, esta semana he estado hecho una mierda. El miércoles de la semana anterior fui a ver el ensayo general de La Traviata, y como padezco de empatía profunda, me cogí una neumonía. Que tarde como seis días en captar, todo sea dicho. Parece que no moriré aún, pero voy a tirar de reservas para la entrada de esta semana, que ando con menos fuelle que la propia titi de las Camelias. Ahí les dejo unos extractos de las conversaciones de mis hijos de los últimos tiempos.

Como le dice Daniel a su madre -refiriéndose a ella: son la monda.

Daniel: Ya sé como te mataré. Enamorándote.
Claudia: Enamorando no se puede matar.
Daniel: ¡Sí que se puede! Te diré que te amo, pero, en verdad, no te querré. Y entonces se te romperá el corazón. Con el corazón roto sangrarás y morirás.
Claudia: ¡Eso no es así!

Claudia: Daniel, eres patético. Y además malo.
Daniel: (sonriendo aviesamente) ¿En qué quedamos? ¿Soy malo o soy patético?

Daniel: ¡Mamá, no encuentro mi juguete!
Mamá: Pues lo dejaste en la cocina, allí estará, hijo.
(Sigue un lapso de 23 segundos)
Daniel: Mamá, te lo digo de verdad que no lo encuentro
Claudia mira a su madre, pone los ojos en blancos, y le dice:
Claudia: Digno hijo de su padre.

Claudia: Papá, ¿dónde está el cerebro?
Papá: (señalando con el índice) Hay dentro, en tu cabecita. Debajo de unos huesos...
Claudia: ¿Y la mente Papá, dónde está?
Papá: Pues hija, hay mucha gente estudiándolo pero aún no han dado con...
Claudia: Bueno, ya, pero ¿qué es la mente?

Daniel: ¡Pongamos una película de disparos!
Claudia: No me gustan las películas de disparos.
Daniel: Sí, tu eres más bien de la belleza
Claudia: ¡Sí, de belleza interior.

Claudia: Me necanta este yogurt desnatado.
Daniel: ¿Desnatado? ¿Eso qué significa?
Claudia: Pues que no te engorda nada, que es muy ligero.
Daniel: ¿Y el petit-suisse sí que engorda?
Claudia: (Impacientándose! ¿Pues claro, Daniel!
Daniel: ¿Cuánto?
Claudia: (Mirada condescendiente) Pues 2 el etit-suisse tiene dos, y este tiene cero.
Daniel: (Temiendo parecer estúpido) ¿Pero dos qué?
Claudia: (Ojos en blanco, defnitivamente irritada) ¡Ay, Daniel! ¿Pues qué va a ser? Dos kilómetros.

Madre e hija otean el orizonte: el Atlántico espumea, brioso, erizado de olas por todas partes.
Claudia: ¿Sabés qué, mamá?
Nuria: Dime
Claudia: Que alguien se ha pasado con el gel esta mañana.

viernes, 11 de junio de 2010

La pesadilla de un teólogo (by Bertrand Russell)


Esta semana vuelvo a ir de prestado. Lo que quiero compartir es un textito muy ligero, sobre todo para venir de quien viene, de un pensador profundo y prolífico como pocos al que tengo en mucha estima, principalmente por su "La conquista de la felicidad" que da título a este campechano blog. Pues bueno, nuestro Bertrand Russell, aparte de refundar la matemática moderna, llevarse el Nobel, escribir la hermosa obra citada y dar valiente ejemplo de pacifismo militante, aún tuvo tiempo (pues escribía con machacona asiduidad) para parir lúcidas pequeñeces como ésta.
A mi me gusta mucho, porque viene a resumir con humor, sencillez e inteligente ironía cuanto pienso acerca de la religión tal y como es practicada por casi todos mis hermanos de especie. O sea, no como una abierta espiritualidad de fondo humanista, sean cuales sean los colores aplicados, sino anclada a sus aspectos concretos, y por lo tanto, excluyente. Los que se apuntan al garbancero Extra ecclesiam nulla salus de toda la vida, sea desde Roma, La Meca, Tel-aviv u otro sitio. Dicho resumidamente: aquellos que sostienen que su Dios es el verdadero y el de los demás errado me sugieren pobreza emocional y humana, y aquellos que, de paso, sitúan al hombre en el centro teleológico del Universo (hasta pensar que las estrellas y cometas valen lo que embellecen nuestro firmamento) me recuerdan que esa clase de religión no es sino soberbia a escala interplanetaria.

Ya me cuentan si les ha gustado.





La pesadilla de un teólogo

El eminente teólogo doctor Thaddeus soñó que estaba muerto y se dirigía al Cielo, sus estudios le habían preparado y no tuvo ninguna dificultad para encontrar el camino. Llamó a la puerta del Cielo y se encontró con un escrutinio más meticuloso de lo que esperaba. -Solicito la admisión -explicó- porque he sido un hombre de bien y he dedicado mi vida a la gloria de Dios.

-"¿Hombre? -dijo el portero-. ¿Qué es eso? y ¿cómo es posible que una criatura tan ridícula como tú haga algo para promover la gloria de Nadie"

El doctor Thaddeus se quedó perplejo.

-"No es posible que desconozcas al hombre. Debes saber que el hombre es la obra suprema del Creador"

-"Lamento herir tus sentimientos -dijo el portero- pero lo que dices es nuevo para mí. Dudo que nadie de los que estamos aquí haya oído jamás hablar de esa cosa que llamas «hombre». Sin embargo, puesto que pareces afligido, tendrás la oportunidad de consultar a nuestro bibliotecario". El bibliotecario, un ser globular con mil ojos y una boca, bajó algunos de sus ojos hacia el doctor Thaddeus.

-"¿Qué es esto?" -le preguntó al portero,

-"Esto dice ser miembro de una especie llamada «hombre» que vive en un lugar de nombre «Tierra». Tiene la curiosa idea de que Alguien se interesa especialmente por ese lugar y esta especie. Pensé que quizá podrías ilustrarle".

-"Bueno -dijo amablemente el bibliotecario al teólogo-, tal vez puedas decirme dónde está ese sitio que llamas «Tierra»".

-"Forma parte del Sistema Solar".

-"¿Y qué es el Sistema Solar?" -preguntó el bibliotecario.

-"Pues.., -replicó el teólogo- mi campo era el conocimiento sagrado y lo que preguntas pertenece al conocimiento profano. No obstante, he aprendido lo suficiente de mis amigos astrónomos para poder decirte que el sistema solar forma parte de la Vía Láctea".

-"¿Y qué es la Vía Láctea?" -preguntó el bibliotecario.

-"Es una de las galaxias, de las que, según me han dicho, existen unos cien millones".

-"Bueno, bueno -dijo el bibliotecario-. No esperarás que recuerde una entre un número tan elevado. Pero sí recuerdo haber oído antes la palabra «galaxia». De hecho, creo que uno de nuestros bibliotecarios auxiliares está especializado en galaxias. Llamémosle y veamos si puede ayudarnos".

Poco después se presentó el bibliotecario auxiliar galáctico, que tenía la forma de un dodecaedro. Era evidente que en otro tiempo su superficie había sido brillante, pero el polvo de los estantes le había vuelto mortecino y opaco. El bibliotecario le dijo que el doctor Thaddeus, al esforzarse por explicar su origen, había mencionado las galaxias, y confiaban en que sería posible obtener información al respecto en la sección galáctica de la biblioteca.

-"Bueno, -dijo el bibliotecario auxiliar-, supongo que sería posible con el tiempo, pero como hay cien millones de galaxias y a cada una le corresponde un volumen determinado. ¿Cuál desea esta extraña molécula?"

-"Es la galaxia llamada Vía Láctea" -dijo titubeante el doctor Thaddeus.

-"De acuerdo -concluyó el bibliotecario auxiliar-. Lo encontraré, si es que puedo". Unas tres semanas después regresó y dijo que el fichero extraordinariamente eficaz de la sección galáctica le había permitido localizar la galaxia como la número QX 321.762.

-"Hemos empleado a los cinco mil funcionarios de la sección galáctica en esta investigación. ¿Desea ver al funcionario encargado especialmente de la galaxia en cuestión? Llamaron al funcionario, que resultó ser un octaedro con un ojo en cada superficie y una boca en una de ellas. Estaba sorprendido y deslumbrado al verse en una región tan brillante, lejos del umbrío limbo de sus estanterías. Se sobrepuso y preguntó con timidez: -¿Qué desean saber acerca de una galaxia"

El doctor Thaddeus se lo explicó:

-"Quiero informarme sobre el Sistema Solar, una serie de cuerpos celestes que giran alrededor de una de las estrellas de su galaxia. La estrella en cuestión se llama «Sol»".

-"Humm" dijo el bibliotecario de la Vía Láctea-. "Ha sido bastante difícil encontrar la galaxia precisa, pero encontrar la estrella precisa en la galaxia es mucho más difícil. Sé que hay unos trescientos mil millones de estrellas en la galaxia, pero mis conocimientos no me permiten distinguir una de otra. Creo, sin embargo, que cierta vez la Administración pidió la lista completa de los trescientos mil millones de estrellas y sigue guardada en el sótano. Si cree que merece la pena, emplearé a un grupo especial del Otro Lugar para que busquen esa estrella en particular." Convinieron que, como la cuestión se había planteado y era evidente que el doctor Thaddeus estaba angustiado, siendo en principio interesante que un ser tan rudimentario se presentase de improviso, sería lo mejor que podían hacer.

Varios años después, un tetraedro muy cansado y desalentado se presentó ante el bibliotecario auxiliar galáctico y le dijo:

-"Por fin he localizado esa estrella particular sobre la que se han pedido informes, pero no entiendo por qué ha despertado el menor interés. Tiene un gran parecido con muchas otras estrellas de la misma galaxia. Es de tamaño y temperatura medios y está rodeada por otros cuerpos mucho más pequeños llamados «planetas». Tras una minuciosa y microscópica investigación, he descubierto que por lo menos algunos de esos planetas tienen parásitos, y creo que esta cosa que ha solicitado los informes debe de ser uno de ellos".

Al llegar a este punto, el doctor Thaddeus rompió en un apasionado e indignado llanto: -

-"¿Por qué, decidme, por qué el Creador nos ocultó a los pobres habitantes de la Tierra que no fuimos nosotros quienes le incitaron a crear los Cielos? Durante mi larga vida le he servido con diligencia, creyendo que se fijaría en mis servicios y me recompensaría con dicha eterna. Y ahora parece que ni siquiera tenía conocimiento de mi existencia. Me decís que soy un animalículo infinitesimal en un pequeño cuerpo que gira alrededor de un miembro insignificante de un grupo formado por trescientos mil millones de estrellas, que sólo es uno entre muchos millones de tales grupos. ¡No puedo soportarlo, y ya no me es posible adorar a mi Creador!"

-"Muy bien -dijo el portero-.Entonces irás al Otro Sitio".

En aquel momento se despertó el teólogo.
-"El poder de Satán sobre nuestra imaginación durante el sueño es aterrador", musitó.