sábado, 17 de septiembre de 2011

Hasta luego

Pues hasta aquí hemos llegado - de momento. Toca cerrar este blog que me ha devuelto el veneno de escribir, siquiera en estos retazos un poco a salto de mata, al tun-tun, sin orden ni concierto y con la heterogeneidad por bandera. Los blos, me dijeron, son así, deben ser así para que alguien se pare a leerlos. Me he puesto, han sido dos años divertidos dándole a la tecla, que diría el otro, y ahora debo pasar a otras cosas.

Tengo un montón de proyectos profesionales y personales (tanto monta, monta tanto) a las puertas. Todos requieren de un poc más de atención. Luego está Víctor, mi pequeño, que ya va para cuatro meses y requiere (merece) mucha atención. Aunque la madre es la que está sacando de verdad la criatura adelante, toca dormir menos, trabajar más, y ello conlleva subir menos a la buhardilla desde la que ahora tecleo. Por lo demás, les estoy volviendo a coger un poco de tiña a los ordenatas, por la cosa de que me paso demasiados horas mirándoles el careto. Quiero salir, disfrutar, leer, lo que se pueda - sin pantallas de por medio.

Toca agradecer a quienes me empujaron a esta mini-aventura, a todos los que se pasaron para leerme, a los que siempre constructuivamente me criticaron, a los que participaron muy especialmente, y, en definitiva, a todos los que, más como muestra de cariño que por la calidad de los contenidos, me transmitieron su calor y sus ideas.

A todos ellos, y a los demás, muchas gracias. Volveré seguro, y si puedo, escribiendo más largo

martes, 30 de agosto de 2011

Introducción al Casadismo

Verán: en la historia de la filosofía ha habido dos clases principales de filósofos – los que han producido ideas audaces y los que han vivido audazmente. Los que copan las listas de éxitos y copan los anaqueles son los primeros, de modo que quienes hicieron filosofía, aunque de cuando en cuando la dejasen escrita (casi siempre con significativa parquedad), se han movido de la foto de la historia y apenas salen.
Mis héroes (si es que yo tengo algo así como un héroe) están casi siempre en el segundo grupo. Epicuro, Budha, Montaigne, Jesucristo, Nietzsche, Gandhi, por qué no, y por qué no Vicente Ferrer también. Y Epicteto. A su nivel y en su ámbito, tengo yo un amigo compartido con otro montón de gente que se llama Miguel Casado y al que no en vano motejamos en su día el Epicteto del Plantinar – un mote con el que seguro él puede hacer unas cuantas rimas jugosas. Me gustaría hablarles un poco de él, y explicarles por qué lo tengo por filósofo de pata negra.

Lo primero que hace falta para ser filósofo, es capacidad de asombro. Maravillarse, ya lo dijeron Pascal, Kant o Wittgenstein, es fundamental para amistarse con la sabiduría. Ese éxtasis que consiste en mirar a las estrellas y expandir el alma la practica nuestro ínclito Capitán Picard con una birra en las manos.¿Y qué? ¿No es así acaso mejor? El que busque ascetismo en el casadismo, no podrá hallarlo. Si un placer se pone a tiro, como por descuido, hay que apresarlo. Grandes o pequeños, excelsos o de andar por casa, de lo que se trata es de no hacerle ascos a la ocasión, vivir despierto, y dejarse de grandes utopías. Don Miguel echa una ojeada al firmamento, se ve tan poca cosa y tan vivo, y alucina.
Una señora que creo que publica revistas para mujercitas dijo una vez que la felicidad es como el dinero – sólo el que la produce tiene derecho a consumirla. En este caso, sospecho que Miguelón es rico. Intenten tentarlo con otra cosa –fama, poder, un Ferrari u otra horterada similar- y verán que risa le da. Se tiene a sí mismo, a los que quiere, y ya le basta. Pónganle un debate de politicastros y lo mismo se cabrea un poco, pero al momento lo calibrará en lo poco que vale, y sabrá reírse de los respectivos payasos (mis disculpas a los payasos de verdad). Como es un ideólogo del basket de equipo, yo me lo hago un poco de izquierdas. Pero no mucho, la puntita. Progresista pero no de pin dorado, enchufe diario y Virgen de la Macarena, sino progresista de progresar, de tirar para adelante y de que la justicia sea cada vez menos rara avis. Pero en realidad no lo sé, porque casi siempre tenemos cosas más importantes de las que hablar que de política – y, ¡ay!, demasiado poco tiempo para hablar juntos. Lo que es seguro es que no lo van a encontrar encuadrado en ningún fanatismo, en ninguna clase de absolutismo, y en ninguna religión organizada. Su religión es vivir, por si aún no se los he dejado claro.

El también conocido como el Tete de Plantinar (véase abajo la propia explicación del maestro) tiene, como servidor, muy a gala que se rían de él, porque él mismo es el primero que practica ese noble deporte todo lo que puede. A Groucho lo tendrá, supongo, de médico de cabecera, y el sentido del ridículo se lo dejó en un recoveco de su biografía un día del que seguro ya ni se acuerda. Y no, no es cínico – pero tiene retranca, que en el sur es de las pocas medicinas que se despachan para tanta miseria e injusticia como ha de encararse. La cultura, sabe lo que vale: lo que te enriquezca espiritualmente, porque de lo otro, ya lo sabe, ná de ná (y lo que te rondaré, morena). El mundo, según parece, es un lugar trágico para los que sienten, y una comedia para los que piensan. Así es que a este señor de corazón grande resulta que el cerebro no le debe ir a la zaga.
Tampoco le falta su mijita de insumiso, y no es poca paradoja, porque resulta que el tipo es militar. Su ramalazo de impudicia y su noble intento de ser libre, aunque sea en lo poco que ahora se puede serlo, no se lo arrancaron hasta la fecha –y ya no parece que vaya a ocurrir. Yo creo que haría hecho buenas migas con Diógenes, el del tonel, el que se paseaba por el mundo, literalmente, con una mano por delante y otra por detrás. Me lo imagino en la celebérrima anécdota con Alejandro Magno. Para el que no la conozca: Diógenes sentado en el suelo, y el gran Alejandro que acude a verle, pues su fama recorre toda Grecia, para decirle, oye, Dio (las puñeteras confianzas de los poderosos), que si necesitas algo, aquí está tu tío Alex. Y él que le dice: sí, necesito algo, majete, que te eches a un lado, que me estás quitando la luz del sol. Me imagino como digo a nuestro Casado, sentado al lado del otro, añadiendo: ya que lo dices, Alejandrito, anda y ve y tráete algo para picar. Campeón.

Montaigne decía que sí, que el hombre era un producto mediocre, voluble, manifiestamente mejorable, poca cosa – pero que con estos bueyes había que arar. Don Miguel Casado dice lo mismo – y lo hace sin mediar libros, con su sonrisa, su saber estar, su terrena sabiduría y su maravillosa calidez que inunda de afecto a los que se le arriman (con buenas intenciones). Una persona que, con todo su rico mundo interior, su inconformismo y sus dientes sacados para los vendedores de baratijas varios, ha aprendido a ser feliz con un plato de gambas, unas cañas, una buena conversación y un puñado de gente que le quiere y a la que quiere en correspondencia.

Soy casadista y espero seguir siéndolo por mucho tiempo.

Casadismo por el Tete del Plantinar


Como es lógico y normal yo no soy del Plantinar, nací y me crié en el Tiro de Línea, un barrio obrero y cofrade, salpicado por grupos de militares y excombatientes de la división azul. En los 60 jugábamos en la calle a lo que se jugaba en aquella época. Yo recuerdo la crueldad de aquellos niños de la calle, cuando mataban perros, gatos y otros bichos. Y las peleas entre bandas a piedra y puños. Era un juego a ser hombre, a imitar sus guerras, búsqueda de poder e ingenio para salir adelante en la vida.
A los 6 años, dejé el cole del el Porvenir, donde mis padres me llevaron para que no me rozara con los niños del colegio de los Alambres, lleno de indeseables, y donde ejercí, años más tarde, como docente en mis prácticas de Magisterio. No es que dejara el cole, sino que me fui a uno mejor, según mis padres, el colegio nacional San Isidoro en la calle Mesón del Moro, al final de Mateos Gagos en el corazón del Barrio de Santa Cruz. Toda una experiencia, fue mi primer contacto con las normas y uso militar. Íbamos uniformados y en formación como una facción del Social Nacionalismo Español de Falange. No sé porqué pensaron mis padres que esto era mejor para mi educación si más bien ellos eran rojillos, bueno rojillos de la época, mis abuelos paternos fueron muy religiosos y tradicionales a pesar de que mi abuelo se dedicó al negocio del calzado, zapatero remendón, aún conservo algunos útiles que me pasó mi padre. Y mi abuelo materno, se entretuvo a reunir en su negocio de restauración y hostelería a lo más rojo de la comarca, allá por Montoro (Córdoba). Y así le fue, al estallar la guerra civil, fue herido de un tiro y apresado, acusado de asesinato y convicto en la cárcel de Burgos, al no poderle demostrase nada, tras muchos años de cárcel, y muchos días de enfrentarse a un fusilamiento inminente, le pusieron en libertad. No hace muchos años vi en prensa una foto donde estaba con otros presos políticos en Burgos y las atrocidades que pasó y que no consiguieron doblegarle, murió en mi casa con 80 años. Un milagro de la naturaleza y de carácter. Pues a todo esto mi madre me obligaba a ir a misa los domingos. Y dicen, las malas lenguas, que la vieron desfilar vestida de Requeté con su boina azul por las calles de Linares donde huyó la familia tras el alzamiento.
Mi vida dio un giro sustancial cuando empecé el Bachillerato con 10 años en el Martínez Montañés, y como era muy mal estudiante todos los veranos los pasaba en la Academia de Don Manuel y Don Luis, donde se repartían leches como panes, y donde hice amistad con la pandilla del Plantinar, que me adopto como hijo putativo. El Plantinar era por aquel entonces un barrio joven lleno de matrimonios con hijos, estómagos agradecidos al régimen, que habían sido agraciados con una vivienda de protección oficial. Casi toda la juventud que se lo podía pagar iba a la Academia y se examinaban Libre en el San Isidoro, porque iban más preparados. El resto iban al Martínez. En las noches de verano nos reuníamos en los bancos de las plazoletas para hablar de música, Filosofía, Política y también de niñas, como las llamábamos entonces. El Barrio no nos hizo a nosotros, sólo fue el escenario donde nos formamos y creamos, todo estaba por crear, y fuimos creciendo y llegando a esa edad en la que crees que vas a cambiar el mundo, y haces teatro, te haces cantautor, escribes algunas líneas de poesía y hasta ópera rock. Poco antes de la apertura política, un par de días antes, empezamos a tontear con las niñas y a olvidar que habíamos sido como los doce apóstoles, porque éramos revolucionarios de Cristo y cantábamos en las iglesias, yo lo hacía con mi primo Alfonso, hoy conocido cantautor en Sevilla como Alfonso del Valle fijo en la Carbonería y en el Perro Andaluz.
Mientras a duras penas sacábamos el Bachillerato, revolucionamos el Martínez, estábamos metidos en todos los saraos, Atletismo, futbol, y un deporte nuevo, que jugábamos con balones de la OJE los sábados por la mañana, ¿Cómo era eso? A sí Baloncesto. Al que jugábamos a todas horas, entre los charcos de albero del recreo y con cualquier cosa, una bolsa de pipas llena de tierra era un buen motivo para echarse un 21. Era tal la afición que en los recreos de 20 minutos escasos, organizábamos competiciones entre clases, también jugábamos a fulbito con cualquier cosa. Las pelotas de plástico del tamaño de una bola de tenis eran lo mejor, se les podía dar efecto y se marcaban golazos, siempre que nadie las pisara y se chuchurian, se soplaban y a seguir jugando.
Todo estas pequeñas cosas, y no tener un duro ni pa pipas fueron forjando el carácter, además de haber tenido un tío pederasta, que me tiró los tejos, y que lo expulsaron del Seminario, con lo difícil que es que los curas te echen por Maricón. Porque este no era gay era un Marión de los grandes, por supuesto estaba casado y con hijos, facha y franquista, con queridos jovencitos y consentido por su señora. Como se ve le guardo algo de rencor.
Como ésta no pretende ser una biografía, doy un salto con doble tirabuzón y medio y me echo novia formal y comienza una etapa en la que uno deja de pensar con el corazón y lo hace con la otra cabeza, lo único que te mueve en la vida es el sexo. Como una hostia de estimulina, ZAS! en toda la cara, y atontado para los restos. Mientras mis amigos seguían tonteando con esto que se bebe y lo otro que se fuma. Con 20 años decidí que lo más importante en mi vida era buscarse las habichuelas y dejar el baloncesto. Que por otra parte no me perdía nada, total, prácticamente habíamos inventado en Sevilla esto del Básquet, y me saque la licencia de Árbitro para ganar dinerillo pues seguía tieso desde que nací. Y solo jugaba en el equipo universitario en Magisterio. A los 24 me casé y me fui a trabajar a Sabiñanigo (Huesca) como Alférez de Complemento. Duro fueron aquellos años; Con una mano delante y otra detrás atravesé, con un sinca 1000 y con mi mujer, España para empezar una nueva vida. Dieciséis años estuve en el destierro, liberado de familia y amigos, sólo nos teníamos nosotros y dos enanos que solo daban problemas desde que fueron concebidos, y que siguen en su línea habitual.
Salto al vacío.
Creo que cuando volví a Sevilla y me encontré con la familia, no tardé mucho en pelearme con ellos de nuevo, porque no pueden esperar de mí lo que yo no sé dar, esta vez no es que cambiara de vida esta vez cambié yo, los acontecimientos, enfermedades y otras me hicieron ver el mundo como lo veo ahora, lo que no puedes controlar, déjalo a un lado, no podrás cambiarlo y te provocará un sufrimiento. Cuando mis antiguos amigos me llamaron por primera vez porque me buscaron en la guía, estaban medio pedos, borrachos total, estaban celebrando algo, el verse o estar juntos, y dijeron ¡vamos a llamar a Miguel que creo que está en Sevilla!. Y todo comenzó de nuevo, el baloncesto, el fulbito, el tenis, el mus, la Feria y el golf, porque yo no soy de Rocío y Semana Santa.
Después de muchos años volví a ponerme el número 12 en la camiseta y jugar un par de años en los Máster de Baloncesto, donde me encontré con viejos, nunca mejor dicho, rivales y compañeros. Fue toda una experiencia. Lo mejor fueron los post partidos, y algún triple que le casqué a los todopoderosos Maxi Caja y Náutico. Ya no estamos para muchas florituras físicas, pero si para las mentales, lo de cambiar el polvo por el brillo. Y con intermitencia por las lesiones y el trabajo hemos seguido en las pachanguitas de los martes, en Hytasa, Plantinar, Ifny, Moncase y Santiponce. En estos últimos años me he vuelto a redescubrir y a valorar más si cabe los postpartidos, ya no tanto por la cerveza sino por el contacto humano y las cosas que se dicen cuando se desinhibe uno, y cuenta sus experiencias. La guerra entre Blancos y Rojos ha sido un acierto, a pesar del marcador que parece no funciona muy bien, por lo menos para los blancos que intentan boicotear el tema de la puntuación, ha estado genial hasta el último día. Esa es la clave, jugar en todas las facetas de la vida en equipo. Lo de la individualidad solo es válido para los temas escatológicos, ni siquiera para el sexo es adecuado, donde estén dos o tres, ¡que quiere que te diga!.
Para mí el ascetismo, está fuera de lugar, “muero porque no muero……” esta estaba amamonada y veía visiones por la falta de jamón y el esceso de cilicio, vamos que si la hubiera visto un médico del alma le hubiera recetado una buena polla. Vease eldoble sentido, para darle gusto al cuerpo por arriba si la polla es de corral y por abajo tipo senegales, o eso dicen.
Muchas veces me deprimo cuando alguien me dice que no desear tener más dinero, casas y otros bienes es de conformista, que hay que ofrecer a la familia más bienestar, hay que echar más tiempo en el trabajo, buscar nuevas formas de obtener más ingresos. Y no es que no quiera vivir con más lujos, lo que no quiero es invertir más tiempo en ello. En lo que si estoy siempre dispuesto es a amar más, a tener tiempo para leer una persona (como tú dices) o un hijo, y no tanto a una mujer, es que muchas son como la Biblia o el Quijote sólo son interesantes las primeras hojas, luego divagan y me aburro, y acabo mirándoles la tetas. La culpa la tiene el virus Plantinar, porque los del Pantinar podemos estar amando muchas horas seguidas, somos bisexuales, ya sabes el coño siempre en la cabeza. Lo que no nos impide ser fieles a la misma muchos años. Yo entiendo que vivir con semejante semental debe ser agobiante, pero peor sería lo contrario.
El tema político no es tabú para mí, sino que no puedo definirme pues de todas las tendencias y de ninguna. Me considero progresista, pero sin drogas, ni melenas, si un negro, gitano, moro o lo que sea quiere que me trate con él ha de respetar el progreso al que hemos llegado, ¿Qué es eso de respetar las tradiciones? ¿es que tenemos que permitir que maltraten a las mujeres o los niños? Me avergüenzo del ser humano cuando pienso en los niños objetos sexuales de los musulmanes. En esto creo que estas sociedades están llamadas a desaparecer, igual que han desaparecido otras civilizaciones. Esto no es facismo, no se trata de liquidarlos, sólo educarlos, y no reírles las gracias. Nunca pondría a un dictador al frente de un país por intereses, como acostumbran los USA imitando a griegos, romanos y otros imperios. No hay quien le dé una leche a los japoneses para que dejen de matar ballenas y delfines. Como no tengo ningún cargo político, soy un homo político, y a los que no me gustan por estas cosas los ignoro, paso de ellos, me la sudan y no les sigo el juego. Aun japonés va a ir a comer sus muertos. Y así con los demás. Sólo me gusta la comida china por el arroz, las pastas y la ternera con sus pimientos y cebollita. Lo único que me comería crudo es a mi señora.
El tema de la Insumisión te lo aclaro en un pispas, dale un martillo, clavos y madera a un carpintero, y te hace una mesa o una silla. Dale pistolas y granadas a un militar y te hace una guerra o un golpe de estado. Vivo rodeado de golpistas. Mi uniformidad favorita sería unas calzonas, camiseta y chanclas. Creo que al paso que voy cuando ronde los 60 y tantos me dejaré crecer el pelo y me haré suda o buda o como mejor se defina el interismo, vamos que me lo va a sudar todo, menos mi Selección de Baloncesto y la de Waterpolo. Muchas veces se incurre en querer vivir a través de los hijos lo que uno no pudo conseguir. Y no sabes la envidia que tengo a mi Sergio, cuando al final de Agosto, si todo va bien, oiga el himno de España con la Selección allá en tierras Croatas. Esto es lo que me pierde, aunque los martes en Moncase me curo de todas mis frustraciones.
Para bien o para mal he conocido a Reyes, Principes, políticos, y lameculos. Y todos van al baño a mear. Es más no me merecen ningún respeto, vamos que lo que siento por ellos en mutuo, salvo casos aislados son unos cabrones que se creen por encima del bien y del mal. Una vez me dijo un Teniente General: “¿tu sabes, que yo puedo hacer con tu vida lo que quiera?”, Esa vez lloré amargamente mi impotencia, igual que cuando mi hijo Adrian se moría en la UCI cardiaca, entonces me dije una y no mas Santo Tomas. Esto no selo casques al Montero que le gustan los sables, fue Alférez de Complemento. Y Bla bla…….
Fin, o más bien seguiré cuando me venga la musa, otro año.

viernes, 24 de junio de 2011

Evangelizando(me)

Tengo la suerte de tener un puñado de amigos que tienen creencias religiosas y se preocupan por mi alma. De hecho, me ha pasado desde siempre: cada vez que alguien que me tiene querencia o que le caigo de alguna forma en gracia descubre que soy un ateo confeso y convicto –desde hace ya un cuarto de siglo-, emprende una cruzada personal, de mayor o menor calado según los casos y las ganas, por arrimar mi espiritual sardina a su ascua. Un tipo como tú, David, tiene que ver la luz, me dicen o piensan; de alguna forma se autoimponen la tarea de convertirme, de completar una personalidad que les gusta (dicen) precisamente con lo que le falta, la fe. Y a ello se encomiendan, con mucho ímpetu, entre otras cosas porque yo me dejo, puesto que lo que me importa, parafraseando a Marina, no es tener razón, sino estar en lo cierto.

Empiezan con mucho coraje, como digo, pero se les acaba el combustible bien pronto. Y vaya si lo lamento: prometen mandarme a un párroco recomendado, o a un amigo director de una escuela coránica que tienen por infalible en estas lides. Pero se quedan en unos cuantos e-mails y algunos pogüerpoints de esos que circulan por la red llenos de exhortaciones a la oración y buenos sentimientos. A la que uno intenta entrar en la conversación, discutir el asunto de fondo, argumentarlo, vaya, se disuelven cual azucarillo en agua hirviendo. Rara vez se preocupan de apoyar su razonamiento con razones y ejemplos y se esconden de nuevo en su concha dogmática, donde, lo admito, se está bien caliente y al abrigo de dudas. Yo supongo, pues me conocen, que no esperan que me trague una supuesta verdad con unas transparencias y unas cuantas citas, así es que siempre quedo extrañado cuando al primer soplo de este lobo la casa del cerdito se derrumba.
Y no es que uno vaya por ahí chuleando de saber nada, de tener certeza alguna. Hubo un tiempo en que era más polémico, más contumaz y más bisoño, en el que peleaba con los apologistas recordando la criminal historia de la Santa Madre Iglesia, las barbaridades de los seguidores del Profeta, las memeces misóginas que dijo Buda y cosas así. Llegué a ser anti-clerical, pero ya no soy anti-nada. Se me ha pasado el arroz para el asunto de recordar los pecados de la historia y pontificar, gracias a Dios. Cada día que pasa me siento más ignorante, más inseguro, pero a la vez más contento. Con todo, sigo necesitando razones. Por cierto que no tienen que ser estrictamente lógicas; me valen las emocionales. Es decir, que estoy dispuesto a creer en cosas que van más allá de lo racional, pero que tienen que ser siempre razonables. Sigo a la espera de que alguno de mis amigos me ilumine en este sentido, de forma que yo vea -aproximadamente, ni siquiera tiene que ser muy claro-, por que necesito creer en Dios, en Alá, en la transmigración de las almas o en el Gran Arquitecto en cualquiera de sus otras versiones alternativas. En que me aprovecha, vamos.

Hay por lo demás tres errores de bulto que las personas que profesan creencias religiosas y/o sobrenaturales cometen una y otra vez respecto a los ateos.
El primero es considerar que un ateo no tiene creencias. Nada más lejos de la realidad. Un ateo tiene exactamente la misma cantidad de creencias que un teísta. Un ateo es una persona que cree que Dios no existe, y un teísta una que cree que sí. Ambas son creencias y ambas tienen consecuencias importantes, y me parece bastante vulgar y chabacano reservar la categoría de creencia para solo un tipo de ellas. En esta línea se inscribe el machacón y absurdo etiquetado que los medios cristianos ortodoxos (léase Alfa y Omega) hacen de toda creencia no teísta como ideología. Entre otras cosas, porque todas las religiones son a su vez ideologías (DRAE: Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político).
La segunda metedura de pata es considerar que un ateo no entiende de alma – y es por tanto un desalmado. Tampoco es verdad. Séneca decía, y yo estoy de acuerdo, que el alma es una cosa muy pequeña, pero que es una cosa muy gorda burlarse del alma. Pongo mucho empeño en no hacerlo. Un ateo tiene alma exactamente igual que un teísta la tiene – como ambos tienen dignidad. Lo único que no piensa es que vaya a sobrevivirle a su cuerpo. Algo que por cierto sostenía también Aristóteles, en quien se basa por lo menos la mitad de la metafísica cristiana, que en consecuencia se pasó unos cuantos siglos (herencia de Averroes, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Pomponazzi, etc.) tratando de enmendar al de Estagira para decir que bueno, que sí, pero que no, pero que bueno, o sea. Armándose unos líos tremendos y montando unos concilios morrocotudos para que todo encajase pero haciendo aguas por todos lados. Servidor insiste para que conste en acta que tiene alma, como todo Quisque. Mortal, caduca, precaria, de acuerdo, y a mucha honra, pero no menos alma que esas que pegan saltos de ser a ser o que aquellas otras a las que esperan 72 huríes en el paraíso (que a ver qué va a hacer un alma con setenta y pico vírgenes en el paraíso, pero bueno).
Por último, y esto es sin duda lo peor, hay por ahí algún zafio que piensa que no tener creencias (sobrenaturales) equivale a no tener principios. Con mis amigos no me pasó nunca, pero cuando me topo con alguno de estos en alguna conversación, la sangre me hierve, y rara vez me callo. Que conste que no soy nunca el que saca el tema en primera instancia. Pero cuando ocurre, cuando algún mequetrefe (o mequetrefa) se sube al púlpito para cacarear, orgulloso de su hallazgo, que como dijo Dostoievski si Dios no existe, todo está permitido, me ocupo de bajarle cuidadosamente de su estrado. Para que reflexione un poquito. No sólo porque decir tal cosa es una afrenta para todas las personas de bien que lo practican a diario pese a ser ateas, sino porque resulta que es una mentira superlativa y un insulto a la inteligencia. Y por ahí no paso.

Aparte de esto, la verdad es que Dios y yo nos arreglamos bastante bien. El se ocupa de sus asuntos y yo de los míos. Además, casi siempre compartimos enemigos - aunque nuestras amistades difieran bastante. Mantenemos algo así como una especie de aseada vecindad - Él es como ese vecino que nunca has visto porque siempre está de viaje; alguien que, hasta la fecha, nunca eché en falta. Si tuviera que describir nuestras relaciones me acogería a una célebre anécdota de mi tocayo Henri David Thoureau, igualmente ateo. Por lo visto, estando en su lecho de muerte, fue a visitarle su madre, suplicándole que hiciese las paces con Dios, a lo que éste replicó, apaciblemente, que a él no le constaba que estuviesen peleados. Pues eso.


Viene al caso decir que no estoy orgulloso de ser ateo. De hecho, no estoy orgulloso de ninguna de mis creencias. No veo cómo podría estarlo. Para empezar, no me parece que uno pueda estar orgulloso sino que de aquello que hace y consigue. Como mucho, de una determinada actitud; pero sería ridículo enorgullecerse de alguno que simplemente cree (desde luego, yo no sé que Dios no existe). Tampoco mi ateísmo es una actitud per se. Vale tanto como contenga de honestidad y valentía, pero son de estas cosas de las que me enorgullezco y no de no creer en Dios. Por lo demás, todo lo poquísimo que creo saber es perfectamente falsable -como lo es la ciencia-. Lo pienso hoy con lo que sé hasta hoy, pero mañana mismo podría cambiar.




Por lo demás sospecho que alguno me manda según qué cosa con ánimo de cabrearme un poco, por el mero gusto de leer o escuchar mi respuesta. Sólo así se explica que de cuando en cuando me pongan un vídeo de un predicardor yanqui muy subidito o que me remitan alguna superchería internauta perfectamente documentada. O que me incluyan en una cadena de esas en las que si no rezas tres Avemarías y cuatro Padrenuestros, allá tú, colega, pero te puede pasar como al Jhonny Sarmiento que en Perú se le cayó una teja en la cocorota por no hacerlo. Y la palmó, por cabrón y por ateo.
Y es que mis amigos, más que por su creencias, en lo que todos se parecen es en su guasa y su retranca. En que tienen tela marinera.

domingo, 5 de junio de 2011

Cuando a Hefesto se le va la mano

Creo que fue Auden quien lo dijo: sólo un dios griego trabajaba, y a más de cojo, era un cornudo redomado. Hefesto era objeto de chanza continua por parte de sus compinches del Olimpo; tanta gracia les hacía su laboriosidad sin freno, ese fragua que te fragua. Su relación con Afrodita era un poco la de Mr. Cellophane con Roxie, en Chicago: el ponía el trabajo y otros se encargaban del estorbo de la lujuria. De esa forma avisaban los griegos, hace ya miles de años, de lo que vale la honestidad y el trabajo duro del padre de familia... cuando uno se despreocupa de lo demás en casa.

Pero si traigo hoy a colación al odioso Hefesto es porque, desde la invención del capitalismo o así, anda más bien subidito. Y parece que somos cada día más los que no estamos dispuestos a que sea el santo patrono de todo esto. Puede que hubiese un tiempo en que la productividad, lo que uno pudiese generar para su patrono, etc., fuese la medida de la civilización y la ciudadanía. Que no cupiera honor más grande (sobre todo para un varón) que sepultarse en trabajo para "sacar adelante a una familia" - una carrera sin freno ni tregua (más allá de la televisión y los ritos de paso). Ese tiempo, afortunadamente, está pasando. La crisis de nuestro tiempo ha provocado que muchos le echen las cuentas a la vida y no le salgan. Que muchos descubran que el chalé adosado, el 4x4 y la esclavitud bancario resulta que no es el sueño de vida que ellos habían soñado.

Así es que me alegro. No me alegro por el paro, los mangantes y los aprovechados, pero sí por el vislumbre del desplome del establishment. A los que no nos asustan los cambios cada tsunami nos parece una aurora de algo distinto. A los idealistas (eso me llama mi amigo Felipe, contrariado) nos arregla que las ideas, que nunca murieron, tomen de nuevo el mando. Y sólo se les aprieta el culo a los de los privilegios adquiridos, a los que siempre demandan paciencia, más tiempo, sosiego, treguas en suma que utilizarán para quemar papeles, construir nuevos paraísos de neón y darse el piro mientras cavilamos.

Tras la catástrofe del 11-S (y sus sendas réplicas en Madrid y Londres), muchos fueron los que clamaron que hacía falta una nueva Ilustración (a ellos les hacía falta, se entiende). Yo pienso que lo que de veras nos vendría bien es un nuevo Renacimiento. Una re-reivindicación del placer de vivir, del placer de hacer cosas no estrictamente ligas al afán de pecunio, del placer de cambiar y mejorar - y del placer, a secas.

Detrás de todo cambio ético hay siempre indignación y disenso. Como le recordaba Muguerza a Habermas, resulta que todas las conquistas sociales y de derechos humanos se han hecho a base de molestar, de disentir, no de consenso. Podemos construir una vida más genuina, con más sustancia, menos cómoda, pero más justa, y más nuestra.

Así es que sigamos indignándonos. Y a Hefesto, que le vayan dando.



PD. Para los que esperasen una entrada sobre el recién llegado, que sepan que la columna ya me la ha hecho un literato verdadero, así es que, a él le cedo el honor de la bienvenida. Por lo demás, este seguirá siendo un espacio heterodoxo y multiforme y distinto donde rara vez asomarán los pañales, los cólicos del lactante y esas otras delicias en las que, por puro gusto, nos hemos embarcado

martes, 10 de mayo de 2011

Paralelismos

El otro día, en un caseta de la Feria de Abril sevillana, pusieron de patitas en la calle a dos hombres a los que les dio por marcarse una sevillana juntos. Por muy buenos motivos, se ha montado el pollo, y buena parte de la ciudad -aquella a la que le importan los derechos humanos, para ser exactos- se ha alzado indignada contra una medida que vulnera principios que teníamos por asegurados. Siempre y cuando, y de ese supuesto se parte en lo que sigue, la cosa fuera como la cuentan demandantes y testigos aparecidos en prensa- que su única transgresión consistió en ser dos hombres que bailaban, y que el resto de sus acciones no fueron más impúdicas que la de los heterosexuales allí presentes.

Esta clase de atropellos livianos (la feria pasada le tocó también a dos hombres, por besarse) resultan en cierto modo saludables, en tanto en cuanto nos recuerdan que las conquistas políticas y morales están siempre en la picota, que siempre se puede involucionar, y que la tan mentada ciudadanía hace bien en no dormirse en los laureles del postmodernismo y la globalización para darse cuenta de que para atrás siempre cabe volver. Una especie de vacuna democrática para evitar que vuelvan las torturas, los internamientos y las ejecuciones. Una oportunidad en suma para regocijarse de la existencia de mecanismos de defensa para las minorías, las cuales, gracias a Dios, se tienen que preocupar de estas pequeñas humillaciones en vez de suplicar, si estuviesen en Kabul por ejemplo, para que la lapidación terminase cuanto antes.

Pero lo que quiero es utilizar el pequeño delito y las emociones que ha despertado para explicar otro asunto en el que a veces no me sé hacer entender cuando surge el debate. Y es la cuestión sobre el celibato eclesiástico. Servidor piensa que dicha institución, en tanto que sea obligatoria para poder desempeñar el sacerdocio, supone la flagrante vulneración de un derecho fundamental, que en tanto tal, no debería ser admitida por las autoridades competentes. Que no está en manos de esta o aquella organización ponerse a los derechos humanos por montera con la excusa de la historia propia o el derecho a autorregularse de que dispone cada grupo humano. Pero a servidor son muchos los que le han dicho que se equivoca.

La mayoría aduce que el derecho de admisión tiene estas cosas. Que uno puede libremente hacerse cura o no, y que de querer serlo (sarna con gusto no pica), ahí están las normas de régimen interno para acatarlas. Y que al que no le guste que se vaya o que no entre. Me parece que este razonamiento es punto por punto análogo con el que esgrimieron los socios de la caseta que enseñaron el camino de salida a los dos gays danzantes, y a los ¿pocos? que después les han hecho palmas con el muy burdo argumento de que en su caseta, o en su casa, cada uno hace lo que le viene en gana. Lo que me fascina es que haya quien no sea capaz de ver el paralelismo ineludible que se da entre ambas formas de enfrentar los derechos inalienables - como algo que rige en la calle, pero no en la caseta de uno, ni en una organización consagrada como es el caso.

No es lo mismo, se me ha dicho, por un detalle - en la Santa Madre Iglesia se indica, negro sobre blanco, que esta norma aplica. No vale llevarse a equívoco. ¿Quiere eso decir que sin la susodicha caseta hubiese un cartel indicando la prohibición que viene al caso no habría de qué quejarse? Pues me parece que no. Sería como colgar el mensaje "aquí no pueden bailar los negros". Esta última indicación sería más escandalosa, pero sin motivo: el derecho a no ser discriminado por motivos raciales comparte párrafo con el que sanciona como delita la discriminación por sexo.

Como esto es así y es demoledoramente irrebatible (si es que uno suscribe la Declración de los Derechos Humanos, claro está), he escuchado o más bien inferido muchas variantes a este razonamiento para justificar que lo de los curas es razonable mientras que lo de la caseta no. Algunos estiman que el hecho de estar casado interfiere gravemente con el desempeño del ministerio. Que un cura casado no puede cumplir bien con su trabajo. A mi me parece que afirmar tal cosa no sólo es despreciar la labor que ejercen aquellos sacerdotes de aquellas religiones que no ponen trabas al matrimonio (bien cerquita están los pastores luteranos, v.g.), sino que además es una demostración de ignorancia histórica.
Durante siglos, los sacerdotes católicos pudieron casarse, y no veo cómo pueda argumentarse que aquellos no cumplieron bien con sus obligaciones. El celibato, como casi todos los dogmas vaticanos, no deja de ser una circunstancia histórica sujeta a cambio. La principal razón por la que la SMI lo instituyó es por los quebraderos patrimoniales que le producía el hecho de que los bienes sacerdotales pudieran ser heredados por los hijos de los sacerdotes, obispos y otros cargos de la época. Y es que la pasta tiene razones que la metafísica gustosamente después sanciona.

Por lo demás, me gustaría que alguien me explicase cómo puede ser que estar casado distraiga al sacerdote de sus obligaciones pastorales. Es cierto que mantener una relación de pareja y educar a unos hijos detrae energías - pero desde luego también puede aportarlas -no sería la menor de las ventajas que los curas supieran de lo que hablan cuando dan esos jugosos consejos matrimoniales a sus feligreses. Mantener tal memez sería como negar la posibilidad de tener familia, amistades, etc. a un sacerdote, con el pretexto de que lo "dispersan" de su atención a la comunidad. O decir que si le gustase pescar, tomarse Coca-Colas en el bar del pueblo o hacerse del Real Betis Balompié le llevaría al mismo fracaso. ¿Quién es valiente capaz de sostener que Vicente Ferrer podría haber prestado un mejor serivicio en Anantapur de no haber estado casado?
Los ejércitos lo saben, y las empresas también - una persona emocionalmente estable es tanto más productiva que una que no (en principio, y por ese motivo). Con todos los respetos: no debe ser aquella una labor más absorbente o demandante que la de un cirujano, un bombero, un policía o un psicólogo, y a ninguno de estos se les prescribe castidad para que puedan atender adecuadamente a sus atribuciones. Según algunos, el sacerdote ha de estar preparado para salir pitando hacia Uganda si sus superiores se lo indican. No estoy seguro de que sea verdad; pero, de nuevo: los marines se casan, y no parece que existan informes que desaconsejen que sigan haciéndolo, bajo el pretexto de que, quienes están casados, resultan ser peores soldados.
Por lo demás, me parece una inmensa ironía defender que la vida está por encima de todas las cosas, que no hay bien más preciado que un nuevo ser que llega al mundo, al tiempo que se impide, para la propia plantilla, que ninguno contribuya a la felicidad de repoblar sin fin este huérfano mundo. ¿En qué quedamos? ¿Hay o no hay nada más grande que dar la vida? ¿Y qué le impide a un padre o a una madre pastorear almas?

Lo que atisbo, pero que ninguna persona razonable que defiende el celibato con la que he hablado se atreve a confesar, es que en el fondo lo que se postula es una diferencia de valor moral y cristiano en el célibe frente al casado. Que por cierto, ha sido doctrina de la SMI desde que san Pablo dejase bien clarito que lo del matrimonio era para aquellos que, simplemente, no pudieran lograr la excelencia de resistir y hacerse célibes. La posterior versión de Escrivá de Balaguer, más franca, fue que el matrimonio era "para la tropa". Desde la caída damascena hasta hoy son multitud los concilios que han sancionado la diferencia de grado, la distinta calidad que tiene el célibe frente al que no lo es. Verbigracia: sólo un célibe puede llegar a papa. Es eso y no otra cosa lo que mantiene el celibato, lo que impide erradicarlo; lo honesto sería decirlo, y dejarse de marear la perdiz con otras excusas falsas aunque más confesables.

Dicho lo cual, como diría Red Buttler, francamente queridos, me importa un bledo. Le digo a Roma lo mismo que a los socios de la perversa caseta: no tienen ustedes derecho alguno a legislar normas internas que conculquen los derechos humanos. Me importa un soberano rábano que ustedes paguen sus cuotas, tengan sus tradiciones, o cualquier otra razón que quieran esgrimir. El derecho de admisión está muy, pero que muy por debajo de la Declaración Universal del 48, y el que quiera bailar en su tablao o pastorear almas en sus congregaciones tiene derecho a hacerlo y a casarse, tener hijos, o suscribir inclinaciones sexuales heterodoxas. Y ustedes, con dicha Declaración en la mano (lo más potable en derecho internacional que hemos parido nunca, por cierto), están fuera de la legalidad y deben ser castigados por ello. Los que sostienen que el sentido común y las tradiciones están por encima de aquella, me parece que no saben muy bien en qué jardín peligroso se (nos) están metiendo.

Lo que pasa es que con la SMI siempre hay que tener una paciencia especial. Ellos llevan su ritmo, necesitan más tiempo; las religiones son las niñas mimadas del Estado de Derecho. Por eso no se las puede multar, sancionar, llevar al redil humanitario por la misma senda que a todos. No se nos vayan a enfadar. Ya el oscarizado Wojtila confesaba a petit comité que la abolición del celibato y el acceso a las mujeres al sacerdocio (que esa otra) era inevitable, pero que él no quería ser recordado por ser el papa que lo llevó a la práctica. Paciencia. Como la que pedía la Iglesia Norteamericana a Martin Luther King, encarcelado en Birmingham, respecto de la solución de la exclusión racista. Las cosas de palacio, todo el mundo lo sabe, van despacio.
Tengo algún amigo que me afea que critique a una institución que en general respeto y admiro -a la gente que la compone, a las bases, porque de la jerarquía tengo una opinión algo más tibia. No estoy de acuerdo. Me parece que la Iglesia hace una enorme labor social y humanitaria. Pero eso no quiere decir que sea inmune a la crítica. Faltaría más. Tengo, lo digo siempre, un buen puñado de amigos católicos de fuste. Pero sigo pensando que la mejor manera de respetar una institución es criticarla para que mejore. Es lo que hago en mi empresa, que es la única institución a la que de momento pertenezco; es algo que aplico igualmente a mi comunidad de vecinos, a mi ciudad, a mi país, o a mi propia familia. La crítica fortalece, y la connivencia con lo que no funciona en aras de una supuesta "lealtad" me parece perjudicial a largo plazo. Que no se nos olvide que tenemos derechos gracias al disenso, en la mayoría de los casos; el consenso viene después, para los detalles y los reglamentos.

Luego están a los que extraña profundamente que el matrimonio sea un derecho fundamental (artículo 15 de la declaración Universal, para ser exactos), cuando a ellos les parece que se trata más bien de un mal que debería ser prohibido por las autoridades sanitarias. Pero son los menos.

domingo, 1 de mayo de 2011

Knock, knock, knocking on heavens doors


Yo no sé qué les cuentan a mis hijos antes de venir al mundo. Lo cierto es que, unos antes que otros, todos tienen prisa por venir. No más alcanzamos la semana 34 y Víctor Amador, que así esperamos que se llame, aporrea la puerta con fuerza. Para los legos y los que lo olvidaron, los suyo son entre 38 y 42. A su madre, tras varios meses de patearle los riñones (lo primero que haremos será apuntarle a clases de karate), la tiene prostrada, y ya barajamos muy seriamente la perspectiva de que sea el primero que nos nazca castigado.

Hay un proverbio árabe que nos recuerda que el paraíso vive bajo los pies de las madres. Hasta yo, que he sido un descastado y un chulito en la defensa de mi independencia, debo reconocer que es cierto. Le debo unos pocos "te quiero" a la mia mamma por eso. Siendo así, parece que #3 está eso, aporreando las puertas del cielo, del paraíso, de este Valhala particularísimo que estamos erigiendo en Tomares, Sevilla, España, Europa, la Tierra. Y lo hace bastante más al estilo de Mr. Rose que de Mr. Dylan, por cierto.

Pues Víctor, te digo lo que a tus hermanos: ven cuando te de la gana, pero ven bien, y si es posible, si no te importa vamos, respeta un poco a la madre que se dispone a parirte. Que te estás jugando no cobrar paga hasta los 22, campeón.

martes, 19 de abril de 2011

Los dos vendedores

La historia se la he escuchado a varios. El que mejor la cuenta, para mi gusto, es Benjamin Zander – un tipo jovial, sencillo y con gusto como pocos, que además adereza con música de la mejor. Para el que no la conozca, ya se la relato yo aquí, adaptada a la topografía cercana, que para eso los cuentos son universales, y de hecho se repiten sin cesar con otro ropaje y colorido en mil culturas diferentes.

La Compañía Zapatolandia, acuciada por la crisis, decide abrir mercados en parajes remotos. La cosa está muy mala, los chinos, que ni pagan seguridad social ni dan vacaciones, anegan el sector, la gente esconde el euro en el país – qué les voy a contar. El caso es que la dirección vuelve la vista a dos de sus comerciales, digamos Gómez y Domínguez, y les dice, chicos, preparad maletas, pasaportes, y toda la pesca, que os vais a Gaborone. Que está en Botswana, para más señas. Un par de millones de hermanos deseando comprar nuestros zapatos, por si no os habíais enterado.

Gómez y Domínguez, una vez confirmado que el asunto no es de guasa, se sacan pasaportes, se vacunan, hacen testamento – en fin, lo normal cuando uno se adentra en el África profunda sin tener ni la más remota idea de cómo cuecen las habas por allá. El gran jefe –digamos hoy Johnson, mañana quizás Xian Peng- les dice que tienen una semana para hacer sus pesquisas, gastar suela en el terreno y hacer sus pronósticos y propuestas para el mercado botswano, o como se diga.

Pasada dicha semana, ambos escriben un e-mail.

Para: Johnson
De: Gómez
Asunto: Perspectivas de venta

Buenas tardes, jefe

Las perspectivas de venta son sombrías. Aquí, realmente, casi nadie usa zapatos. La gente tiene echa la suela a base de una costra de carne, pues durante generaciones han pisado el suelo desnudo tan panchos. El país está plagado de aldeas infames, la gente tiene un modo de vida básicamente rural, y para cazar, como que les sobra el calzado.

Francamente, no sé que hago aquí, así es que, si no manda usted otra cosa, me vuelvo.

De hecho estoy ahora misma en el aeropuerto

Cordialmente


Para: Johnson
De: Domínguez
Asunto: Perspectivas de venta

Buenas noches, jefe

Las perspectivas de venta son asombrosas. ¡Fíjese que ahora mismo casi nadie tiene zapatos! Tienen los pies destrozaditos de tanto patear el suelo sin protección alguna. El país, por si lo desconocía, es todo a base de pequeñas aldeas (bastante curiosas, de cierto encanto), y creo que tanto para la agricultura como para la caza (¡imagínese cuando corran detrás de las gacelas con nuestros deportivos!), nuestro calzado le vendría de perlas.

¿Podría quedarme otra semana para buscar distribuidores locales? Aún no conozco lo suficiente la zona, el hotel es más bien modesto, pero por mi va bien.

Ya me cuenta

Un abrazo


Supongo que la cuestión es si uno quiere apuntarse a vivir a la Gómez, o a la Domínguez.

Yo lo tengo bastante claro, por cierto.