domingo, 19 de diciembre de 2010

Parece que habrá desempate

Siempre quise escribir algo a la sombra de esta foto. La descubrí hace un puñado de años en Internet, y no sé, siempre me ha puesto los vellos de punta. Así es que ahora que se me ha ocurrido una especie de dulce y gamberra venganza contra algunos de mis amigos, la he rescatado y en fin, aquí está.

Efectivamente, parece que habrá desempate. Yo, cuando tenía veinte años menos y bastante menos sentido común, quería tener 4 hijos. Tropecé además con una media naranja que estaba igual de infradotada que yo para la prudencia, así es que cualquier cosa podía ocurrir. Luego vino mi Claudia, que dio más guerra que un mapache, y mi Daniel, que vino enseguida, trmpicadamente. Y ahí nos quedamos: teníamos la prejita, caracteres diversos, ricos y estimulantes, mezclas diversas de lo Cerdá y lo Gamarra - lo teníamos todo.

Y realmente, lo tenemos todo. Pero un buen día, después de tanta somnolencia, tanta carrerita extemporánea a Urgencias, tanto sufrimiento exagerado (qué le voy a contar al que sea padre, qué no se imaginará el que no lo sea), los vimos grandes y fuertes y nos entró el orgullo del artesano y nos acordamos de cuando éramos más valientes - más inconscientes - y bueno, compramos boletos para el siguiente sorteo. Unos meses después de hacer deliciosas quinelas, parece que tenemos otro pleno al 15.

Servidor, además, le ha estado dando al tarro en estos últimos años. Y después de mucho pelearme con el concepto de felicidad, aunque tengo algunas cosas meridianamante claras al respecto, aún me cuesta echarle a la vida las cuentas de la felicidad, así es que he dedidido quedarme con el concepto mucho más seguro y accesible del amor. Con el amor, todo se entiende más fácil y cualquier balance demuestra su bondad palpable, diariamente. Así es que me (nos) ha parecido una excelente idea abrir una nueva sucursal - a la altura de junio, si todo sale bien.

Termino con la pequeña venganza. Hace algún tiempo algunos de amigos me empujaron a escribir este blog, con el sutil método de hacerme entender que escribir en cuartillas y para uno solo, a la altura del siglo XXI, era para majaderos y -cito textualmente- "catetos cibernéticos". Bueno, pues a alguno de ellos le he reservado esta noticia para que la reciba en un bloc (que le llama Daniel), ni más ni menos. Para que vea lo moderno e informáticamente instruido que me he vuelto.

Pero vamos, ya me quedan pocos sin saberlo. Y es una pena, porque disfruto como cochino en maizal cada vez que lo suelto.